Page 646 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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enfermó y murió. Flamel lo enterró en Orléans, pero, como había meditado a fondo
sobre la información que había obtenido durante su breve relación, consiguió, con la
ayuda de su mujer, encontrar la fórmula para transmutar los metales de baja ley en
oro. Llevó a cabo el experimento varias veces y lo consiguió perfectamente. Antes de
su muerte, hizo pintar varias figuras jeroglíficas en un arco del cementerio de San
Inocencio, en París, donde ocultó la fórmula completa, tal como le había sido revelada
a partir del Libro de Abraham el Judío.
El Conde Bernardo Trevisano
De todos los que buscaron el elixir de la vida y la piedra filosofal, pocos sufrieron
tantas decepciones como el conde Bernardo Trevisano, nacido en Padua en 1406 y
muerto en 1490, que comenzó a buscar la piedra filosofal y el secreto de la
transmutación de los metales cuando apenas tenía catorce años. Dedicó a esta
búsqueda no solo una vida, sino también una fortuna. Bernardo pasó de un alquimista
y filósofo a otro y cada uno de ellos le reveló su teorema preferido, que él aceptó con
ansia y con el cual experimentó, aunque sin obtener jamás el resultado anhelado. Su
familia creía que estaba loco y decía que avergonzaba su casa con sus experimentos,
que lo iban reduciendo rápidamente a una situación de penuria, viajó por muchos
países con la esperanza de encontrar en lugares distantes algún hombre sabio que
pudiese ayudarlo. Por fin lo consiguió y, cuando estaba a punto de cumplir setenta y
seis años le fueron revelados los grandes secretos del elixir de la vida, la piedra
filosofal y la transmutación de los metales Escribió un librito en el que describía los
resultados de sus esfuerzos y, aunque solo vivió unos pocos años para disfrutar de su
descubrimiento, quedó totalmente satisfecho, porque el tesoro que había encontrado
lo compensó de la vida que había dedicado a buscarlo. Un ejemplo de la laboriosidad
y la perseverancia que desplegó se puede encontrar en uno de los procesos que probó,
por sugerencia de un impostor insensato, para el cual dedicó veinte años a calcinar
cáscaras de huevo y casi otro tanto a destilar alcohol y otras sustancias. En la historia
de la investigación alquímica, no ha habido jamás ningún discípulo del gran arcano
que fuese más paciente y perseverante que él.
Bernardo anunció que el proceso de disolución conseguido por medio del
mercurio, en lugar del fuego, era el secreto supremo de la alquimia.