Page 650 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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¿Qué es la vida? ¿Qué es la inteligencia? ¿Qué es la fuerza? A solucionar estos

  problemas  consagraron  los  antiguos  sus  templos  del  saber.  ¿Quién  dirá  que  no
  respondieron a estas preguntas? ¿Quién reconocería las respuestas, si las hubiera? ¿Es

  posible que, oculta tras los símbolos de la alquimia y la astrología, haya una sabiduría

  tan abstrusa que la mente de esta raza no esté capacitada para concebir sus principios?

       Los caldeos, los fenicios y los babilonios estaban familiarizados con los principios
  de la alquimia, al igual que muchas de las razas orientales primitivas Se practicaba en

  Grecia  y  en  Roma  y  era  la  ciencia  superior  de  los  egipcios  Khem  era  el  nombre

  antiguo  de  la  tierra  de  Egipto  y  las  dos  palabras  —alquimia  y  química—  son  un

  recordatorio permanente de la prioridad del conocimiento científico de Egipto. Según
  los escritos fragmentarios de aquellos pueblos antiguos, para ellos la alquimia no era

  un arte especulativo, sino que estaban absolutamente convencidos de que se podían

  multiplicar  los  metales;  a  la  vista  de  sus  reiteraciones  tanto  el  erudito  como  el
  materialista  deberían  tratar  con  más  amabilidad  los  teoremas  alquímicos.  Los

  evolucionistas  atribuyen  el  desarrollo  de  las  artes  y  las  ciencias  al  aumento  de  la

  inteligencia del hombre prehistórico, mientras que los que tienen un punto de vista
  más trascendentalista prefieren considerarlas revelaciones di rectas de Dios.

       Se  han  propuesto  muchas  soluciones  interesantes  al  enigma  del  origen  de  la

  alquimia. Una de ellas es que quien reveló la alquimia a los hombres fue el misterioso

  semidiós egipcio Hermes Trismegisto. A esta figura sublime, que mira a través de las
  nieblas del tiempo y lleva en la mano la esmeralda inmortal, atribuyen los egipcios la

  autoría de todas las artes y las ciencias. En su honor, todo el conocimiento científico

  se  ha  reunido  bajo  el  título  general  de  «artes  herméticas».  Cuando  el  cuerpo  de

  Hermes  fue  sepultado  en  el  valle  de  Hebro  (o  Hebrón),  la  esmeralda  divina  fue
  enterrada con él. Muchos siglos después, la esmeralda fue hallada, según una versión,

  por un iniciado árabe y, según otra, por Alejandro Magno, rey de Macedonia. Gracias

  al poder de aquella esmeralda, sobre la cual estaban las misteriosas inscripciones de
  Hermes tres veces grande —en total eran trece oraciones—, Alejandro conquistó todo

  el mundo conocido por aquel entonces Sin embargo, al no haberse conquistado a sí

  mismo, al final fracasó. Sin tener en cuenta su esplendor y su poder, se cumplieron las

  profecías de los árboles parlantes y Alejandro fue segado en pleno triunfo.                             [184]
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