Page 653 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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conducido  el  rey  de  Macedonia  durante  su  campaña  en  India.  «Entonces  marchó

  Alejandro  en  otras  direcciones  igual  de  peligrosas;  en  una  ocasión,  a  lo  alto  de  las
  montañas y, en otra, a través de valles oscuros, en los cuales su ejército fue atacado

  por serpientes y animales salvajes, hasta que, al cabo de trescientos días, llegó a una

  montaña muy agradable, en cuyas laderas colgaban cadenas o cuerdas de oro. Aquella

  montaña tenía dos mil cincuenta escalones del zafiro más puro, mediante los cuales se
  podía ascender hasta la cima, y cerca de allí acampó Alejandro. Un día, él y sus doce

  príncipes  subieron  por  dichos  escalones  hasta  la  cima  de  la  montaña,  donde

  encontraron  un  palacio  de  una  hermosura  maravillosa,  con  doce  puertas  y  setenta

  ventanas del oro más puro, que se llamaba el Palacio del Sol, dentro del cual había un
  templo  totalmente  de  oro,  delante  de  cuyas  puertas  había  vides  con  racimos  de

  carbúnculos  y  perlas.  Cuando  Alejandro  y  sus  príncipes  entraron  en  el  palacio,

  hallaron en él a un hombre acostado en una cama de oro: tenía un aspecto majestuoso
  y bello y su cabeza y su barba eran blancas como la nieve. Alejandro y sus príncipes

  hincaron la rodilla delante del sabio, que habló con estas palabras: “Alejandro, verás

  ahora lo que ningún hombre terrenal ha visto ni oído jamás”. A lo cual, Alejandro
  respondió:  “Oh,  bienaventurado  sabio,  ¿cómo  es  que  me  conocéis?”.  El  sabio

  respondió: “Antes de que la ola del diluvio cubriera la faz de la tierra, conocía yo tus

  obras —y añadió—: ¿Quieres ver ahora los árboles más sagrados del Sol y la Luna,

  que anuncian todas las cosas futuras?”. Alejandro respondió: “Bien está, señor mío;
  mucho ansiamos verlos”. […]

       »Entonces dijo el sabio: “Quitaos vuestros anillos y adornos y vuestros zapatos y

  seguidme”. Así lo hizo Alejandro, que, tras elegir a tres de los príncipes ordenó a los

  otros que esperaran su regreso y, siguiendo al sabio, llegó hasta los árboles del Sol y
  de la Luna. El árbol del Sol tenía hojas de oro rojo y el árbol de la Luna tenía hojas de

  plata,  y  los  dos  eran  enormes.  Alejandro,  por  sugerencia  del  sabio,  preguntó  a  los

  árboles si regresaría triunfante a Macedonia, a lo que los árboles respondieron que no,
  pero que viviría un año y ocho meses más y que después moriría por culpa de una

  bebida envenenada. Cuando preguntó quién le daría el veneno, no obtuvo respuesta y

  el  árbol  de  la  Luna  le  dijo  que  su  madre,  después  de  una  muerte  vergonzosa  y

  desdichada,  no  sería  sepultada  hasta  después  de  bastante  tiempo,  pero  que  sus

  hermanas serían felices».          [185]
       Es muy probable que los llamados «árboles parlantes» no fuesen más que tiras de

  madera con tablas de letras encima, mediante las cuales se evocaba a los oráculos. En

  una época se llamaba así a los libros escritos sobre madera. Al desconocimiento del
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