Page 649 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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                      LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA DE LA ALQUIMIA


                                                —Primera parte—





  La  alquimia,  el  arte  secreto  de  la  tierra  de  Khem,  es  una  de  las  dos  ciencias  más

  antiguas que se conocen en el mundo. La otra es la astrología. Los comienzos de las

  dos se remontan a la oscuridad de los tiempos prehistóricos. Según los documentos
  más viejos que se conservan, la alquimia y la astrología fueron reveladas por Dios a

  los hombres para que, con su ayuda, recuperasen el patrimonio que habían perdido.

  Según las viejas leyendas que conservaban los rabinos, el ángel que estaba a la entrada

  del Edén enseñó a Adán los misterios de la Cábala y de la alquimia y le prometió que,
  cuando la raza humana dominase con maestría la sabiduría secreta oculta en aquellas

  artes inspiradas, la maldición de la fruta prohibida desaparecería y el hombre podría

  volver a entrar en el jardín del Señor. Así como el hombre se puso «túnicas de piel»

  (el cuerpo físico) en el momento de su caída, también llevó consigo aquellas ciencias
  sagradas  a  los  mundos  inferiores,  encarnados  en  vehículos  densos  a  través  de  los

  cuales  sus  naturalezas  espirituales  trascendentales  ya  no  podían  manifestarse  y,  por

  consiguiente, se consideraron muertas o perdidas.
       El cuerpo terrenal de la alquimia es la química, porque los químicos no se dan

  cuenta de que la mitad de la Torá está oculta para siempre tras el velo de Isis                                 [183]  y

  que, mientras se limiten a estudiar los elementos materiales, en el mejor de los casos

  no  descubrirán  más  que  la  mitad  del  misterio.  La  astrología  ha  cristalizado  en  la
  astronomía, cuyos incondicionales se burlan de los sueños de los profetas y los sabios

  antiguos  y  consideran  sus  símbolos  productos  disparatados  de  la  superstición.  Sin

  embargo, la intelectualidad del mundo moderno no puede pasar nunca al otro lado del

  velo que separa lo visible de lo invisible, salvo de la manera indicada: los Misterios.
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