Page 668 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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XXXVI
LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA DE LA ALQUIMIA
—Segunda parte—
Todos los auténticos filósofos de las ciencias naturales o herméticas comenzaban sus
trabajos con una oración al Alquimista Supremo del Universo, suplicándole Su
colaboración para consumar la magnum opus. Un buen ejemplo de ella es la oración
que transcribimos a continuación, escrita hace siglos en un alemán rústico por un
adepto hoy desconocido:
Santísima Trinidad, unidad indivisa y triple. Hundidme en el abismo de
Vuestro fuego eterno infinito, porque solo en ese fuego la naturaleza mortal
del hombre puede convenirse en polvo humilde, mientras que el cuerpo nuevo
de la unión con la sal reside en la luz. Fundidme y transmutadme en Vuestro
fuego sagrado, para que, el día que así lo ordenéis las aguas ardientes del
Espíritu Santo me saquen del polvo oscuro, me hagan renacer y me den la vida
con Su aliento. Que también me exalte la humilde humildad de Vuestro Hijo y
que, levantándome con Su ayuda del polvo y las cenizas y convirtiéndome en
un cuerpo espiritual puro de los colores del arco iris, como si fuera oro
paradisíaco, transparente y cristalino, mi propia naturaleza se redima y se
purifique como los elementos que tengo ante mí en estas copas y estos frascos.
Difundidme en las aguas de la vida, como si estuviera en la bodega del
Salomón eterno. Aquí se volverá a alimentar el fuego de Vuestro amor y
seguirá ardiendo sin que ninguna corriente de agua pueda apagado. Que con la
ayuda de este fuego divino al final sea yo digno de ser llamado a la
iluminación de los justos. Que me selle entonces la luz del nuevo mundo para