Page 683 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
P. 683
rocío habrá recibido el polvo necesario. De esta agua compuesta, toma toda la
que quieras —yo tomé como setecientos gramos—, ponla en un frasco
redondo de cuello corto, llénalo con nuestra agua y sálalo y tápalo bien con un
buen tapón, que encaje bien, para que el espíritu vivo y sutil del rocío no se
esfume, porque, si así fuera, el alma de la sal no se revolverá ni se llevará el
trabajo a buen fin. Deja que el sello se seque bien por sí mismo y ponlo en el
horno de B. M. para que se pudra. Enciende un fuego suave y déjalo digerir
durante cuarenta o cincuenta días; a su alrededor tiene que haber siempre
vapor de agua y verás que la materia se ennegrece, lo cual es una muestra de
su putrefacción.
En cuanto lo retires, ten preparado el horno seco. Pon el vidrio con la
materia en un globo interno para que coagule; ponlo a fuego lento y mantenlo
igual durante entre doce y quince días, para que la materia empiece a
coagularse y a adherirse al vidrio como una sal gris; en cuanto la veas y antes
de que pasen dos días reduce el fuego, para que se vaya enfriando poco a
poco. Entonces ten preparado el horno de putrefacción como antes. Pon
dentro el frasco y dale el mismo fuego que antes Déjalo allí doce días y una
vez más verás que la materia se descompone y se separa como antes, pero cada
vez tienes que fijarte que el tapón del frasco no se haya estropeado. Cuando
pongas el frasco en el horno de putrefacción, procura que el cuello esté
cubierto con una tapa de madera o de vidrio que encaje a la perfección, para
que la humedad del agua no la afecte.
Cuando ennegrezca, pon el frasco como antes para que coagule y, cuando
empiece a ponerse grisáceo y blancuzco, ponlo por tercera vez para que se
pudra y para que coagule por quinta vez, hasta que veas que tu agua en su
disolución está limpia, diáfana y transparente y que parece en su calcinación
de un blanco fino como la nieve. Entonces está preparada y se convierte en
una sal fija que se fundirá sobre una placa de plata caliente como la cera: pero,
antes de esto, pon tu sal otra vez [en] el horno de putrefacción para que se
disuelva sola, después déjala enfriar, abre el frasco y verás que tu materia se ha
reducido un tercio, pero, en lugar del agua salada que tenías al principio,
tendrás un agua dulce tina y muy penetrante, que los filósofos han ocultado
tras nombres maravillosos: es el mercurio de todos los verdaderos filósofos el
agua de la que proceden el oro y la plata, porque dicen que su padre es el oro
y su madre, la plata. De este modo, tendrás la fuerza conjunta de estos dos
luminares en esta agua, bien verdadera, en su justa medida.