Page 778 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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construcción  del  templo  de  Diana,  en  Éfeso.  Disponían  de  medios  para

       comunicarse  entre  sí  en  todo  el  mundo  entonces  conocido  y  sin  duda
       surgieron de ellos los gremios de los albañiles itinerantes de la Edad Media.

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       La fraternidad de los Arquitectos Dionisíacos se difundió por toda Asia Menor y
  llegó incluso a Egipto e India. Se establecieron en casi todos los países limítrofes con

  el Mediterráneo y, con el auge del Imperio romano, llegaron a Europa central e incluso

  a  Inglaterra.  Los  edificios  más  majestuosos  y  duraderos  de  Constantinopla,  Rodas.
  Atenas y Roma fueron levantados por aquellos artesanos inspirados. Uno de los más

  ilustres  fue  el  gran  arquitecto  Vitrubio,  el  famoso  autor  de  De  Architectura  Libri

  Decem.  En  las  diversas  partes  de  su  libro,  Vitrubio  ofrece  varios  indicios  sobre  la

  filosofía que hay detrás del concepto dionisíaco del principio de la simetría aplicado a
  la  ciencia  de  la  arquitectura,  según  se  desprende  de  una  consideración  de  las

  proporciones establecidas por la naturaleza entre las partes y los miembros del cuerpo

  humano.  El  siguiente  extracto  de  Vitrubio  sobre  el  tema  de  la  simetría  resulta

  representativo:


       El  diseño  de  un  templo  depende  de  la  simetría,  cuyos  principios  deben  ser

       observados  escrupulosamente  por  el  arquitecto.  Tienen  que  ver  con  la

       proporción,  en  ᾽αvαλoγία.  La  proporción  es  la  correspondencia  entre  las

       medidas de los miembros de una obra completa y entre el todo y una parte
       determinada, elegida como noma. De allí surgen los principios de la simetría.

       Sin simetría y proporción, no puede haber principios en el diseño de ningún

       templo;  esto  es,  si  no  hay  una  relación  precisa  entre  sus  miembros,  como

       ocurre en el caso de un hombre bien formado. Porque el cuerpo humano está
       diseñado por la naturaleza de tal modo que el rostro, desde la barbilla hasta lo

       alto de la frente y las raíces inferiores del cabello, es una décima parte de la

       altura  total;  lo  mismo  ocurre  con  la  mano  abierta,  desde  la  muñeca  hasta  el
       extremo del dedo medio; la cabeza, desde la barbilla hasta la coronilla, es una

       octava parte, y con el cuello y el hombro, desde la parte superior del pecho

       hasta las raíces inferiores del cabello, es una sexta parte: desde el medio del

       pecho  hasta  lo  más  alto  de  la  coronilla  es  una  cuarta  parte.  Si  tomamos  la
       altura de la cara en sí, la distancia desde la parte inferior de la barbilla hasta la

       parte  inferior  de  los  orificios  nasales  [y  desde  ese  punto]  hasta  una  línea
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