Page 347 - Dune
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no había la menor cortesía en los ojos de su tío.
               —Cuando  vos  sois…  hummm…  irónico,  esto…  ahhh…  sugiere  que  estáis…
           hummm… meditando algo —dijo el Conde.

               Está empezando de nuevo, pensó Feyd-Rautha. Se expresa en forma insultante,
           pero no hay nada en sus palabras que nos permita exigirle satisfacciones.
               Escuchar a aquel hombre le daba a Feyd-Rautha la sensación de que le metían la

           cabeza en una olla hirviendo… ¡hummm… ahhh…! Feyd-Rautha volvió su atención
           hacia Dama Fenring.
               —Estamos…  ahhh…  robando  demasiado  tiempo  a  este  joven  —dijo  ella—.

           Tengo entendido que debe aparecer en la arena hoy.
               Por las huríes del harén Imperial, ¡es condenadamente adorable!, pensó Feyd-
           Rautha.

               —Hoy  mataré  a  alguien  por  vos,  mi  Dama  —dijo—.  Con  vuestro  permiso,
           proclamaré mi dedicatoria en la arena.

               Ella le miró serenamente, pero su voz fue como un latigazo cuando dijo:
               —Vos no tenéis mi permiso.
               —¡Feyd! —dijo el Barón. Y pensó: ¡Ese mocoso! ¿Acaso quiere hacerse desafiar
           por ese asesino de Conde?

               Pero el Conde se limitó a sonreír, y dijo:
               —Hummm… mmm…

               —Debes  prepararte  para  la  arena,  Feyd  —dijo  el  Barón—.  Debes  estar  bien
           descansado y no correr riesgos estúpidos.
               Feyd-Rautha se inclinó, con el resentimiento oscureciendo sus facciones.
               —Estoy seguro de que todo será según tus deseos, tío. —Hizo una inclinación de

           cabeza hacia el Conde Fenring—: Señor —a la Dama—: mi Dama —y se volvió,
           saliendo a largos pasos del salón, sin dignarse echar una mirada a los miembros de las

           Familias Menores reunidos cerca de las dobles puertas.
               —Es tan joven —suspiró el Barón.
               —Hummm… oh, sí… hummm… —dijo el Conde.
               Y Dama Fenring pensó: ¿Es ese el joven al cual se refería la Reverenda Madre?

           ¿Es esa la línea genética que debemos preservar?
               —Tenemos aún más de una hora antes de acudir a la arena —dijo el Barón—.

           Quizá  pudiéramos  sostener  ahora  esa  pequeña  charla,  Conde  Fenring  —inclinó  su
           enorme cabeza hacia la derecha—. Quedan aún muchos puntos por discutir.
               Y el Barón pensó: Veamos cómo se las arreglará este lacayo del Emperador para

           transmitirme el mensaje que trae para mí sin llevar su grosería hasta el punto de
           decírmelo en voz alta.
               El Conde se volvió hacia su Dama.

               —Hummm… ahh… ¿nos… hummm… excusarás… ahhh… querida?




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