Page 352 - Dune
P. 352

me acuse entonces! Luego… bastará un poco de coerción, de corrupción entre las
           Grandes Casas: se unirán bajo mi estandarte como una multitud de campesinos en
           busca de un refugio. Lo que más temen sobre todas las cosas es a los Sardaukar del

           Emperador atacándolas Casa tras Casa.
               —El Emperador espera sinceramente no tener que acusaros nunca de traición —
           dijo el Conde.

               Al Barón le resultó difícil eliminar toda ironía de su voz y permitirse tan sólo una
           expresión doliente, pero lo consiguió:
               —Siempre he sido un súbdito fiel. Estas palabras me hieren más profundamente

           de lo que puedo expresar.
               —Hummm… ahhh… —dijo el Conde.
               El Barón dio la espalda al Conde, inclinando ligeramente la cabeza. Luego dijo:

               —Es hora de dirigirse a la arena.
               —Es cierto —dijo el Conde.

               Abandonaron el cono de silencio y, lado a lado, avanzaron hacia el grupo de las
           Casas Menores al final de la sala. En algún lugar del castillo una campana dejó oír un
           lento repique… faltaban veinte minutos para el inicio de los juegos.
               —Las Casas Menores esperan que las guiéis —dijo el Conde, señalando con la

           cabeza la gente a la que se aproximaban.
               Doble sentido… doble sentido, pensó el Barón.

               Alzó la vista hacia los nuevos talismanes que flanqueaban la salida de aquella
           sala… la cabeza de toro montada sobre la placa de madera y el retrato al óleo del
           Viejo Duque Atreides, el padre del difunto Duque Leto. La vista de aquello llenó al
           Barón  de  una  extraña  premonición,  y  se  preguntó  qué  pensamientos  debían  haber

           inspirado al Duque Leto cuando estaban colgados en las salas de Caladan y luego en
           las  de  Arrakis…  la  arrogante  valentía  del  padre  y  la  cabeza  del  toro  que  le  había

           matado.
               —La humanidad… ahhh… tiene solamente una… hummm… ciencia —dijo el
           Conde mientras abandonaban el salón, precediendo al grupo que se arremolinaba a su
           alrededor, y emergían a la sala de espera, un lugar estrecho con altas ventanas y un

           suelo recubierto de baldosas blancas y púrpuras.
               —¿Qué ciencia? —preguntó el Barón.

               —Es… hummm… ahhh… la ciencia del… ahhh… descontento —dijo el Conde.
               Tras  ellos,  las  Casas  Menores,  rostros  dóciles  como  corderos,  rieron  como
           convenía, pero el sonido de los motores de las puertas exteriores al ser puestos en

           marcha  por  los  pajes  ahogó  el  chirrido  de  las  risas.  Al  otro  lado  de  la  puerta  los
           vehículos aguardaban, con sus estandartes agitándose en la brisa.
               El Barón elevó la voz para dominar el repentino ruido.

               —Espero que la actuación de mi sobrino no os decepcionará en absoluto, Conde




                                        www.lectulandia.com - Página 352
   347   348   349   350   351   352   353   354   355   356   357