Page 349 - Dune
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—¿Acaso he cometido algún error al redactar mis informes? —preguntó.
—Si imagináis ya errores, luego no podréis defenderos —dijo el Conde.
Está intentando deliberadamente hacerme enfurecer, pensó el Barón. Respiró a
fondo dos veces para calmarse. Sintió el acre olor de su propia transpiración, y de
pronto las correas de sujeción de los suspensores, bajo sus ropas, empezaron a
causarle una irritante comezón.
—El Emperador no puede disgustarse por la muerte de la concubina y del
muchacho —dijo el Barón—. Huyeron al desierto. Había una tormenta.
—Sí, siempre hay algún accidente oportuno —aceptó el Conde.
—No me gusta vuestro tono, Conde —dijo el Barón.
—La cólera es una cosa, la violencia otra —dijo el Conde—. Permitidme haceros
una advertencia: si me ocurriera algún infortunado accidente mientras estoy aquí,
todas las Grandes Casas sabrían inmediatamente lo que vos habéis hecho en Arrakis.
Hace mucho tiempo que sospechan la forma en que conducís vuestros asuntos.
—El único asunto reciente que puedo recordar —dijo el Barón— es el transporte
hasta Arrakis de algunas legiones de Sardaukar.
—¿Creéis realmente que podéis amenazar al Emperador con esto?
—¡Ni siquiera se me ha ocurrido!
El Conde sonrió.
—Siempre encontraríamos algunos oficiales Sardaukar dispuestos a confesar
haber actuado por cuenta propia porque deseaban aplastar a vuestra escoria Fremen.
—Muchos dudarían de una tal confesión —dijo el Barón, pero aquella amenaza le
había alterado. ¿Son realmente tan disciplinados los Sardaukar?, pensó.
—El Emperador quiere inspeccionar vuestros libros —dijo el Conde.
—En cualquier momento.
—Vos… esto… ¿no ponéis objeción?
—Ninguna. Mi directorio en la Compañía CHOAM puede afrontar el más
profundo examen. —Y pensó: Dejemos que me acuse falsamente, que se exponga en
público. Y podré decir a todos, como Prometeo: «Miradme, soy víctima de una
injusticia». Entonces, que lance cualquier otra acusación contra mí, aunque sea
verdadera. Las Grandes Casas no creerán en un segundo ataque después de haber
quedado demostrado que la primera acusación era falsa.
—No hay ninguna duda de que vuestros libros resistirán el más atento escrutinio
—murmuró el Conde.
—¿Por qué el Emperador está tan interesado en exterminar a los Fremen? —
preguntó el Barón.
—Queréis cambiar el tema de la conversación, ¿eh? —el Conde se alzó de
hombros—. Son los Sardaukar quienes lo desean, no el Emperador. Les gusta
matar… y odian dejar un trabajo a medio hacer.
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