Page 350 - Dune
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¿Intenta asustarme recordándome que tiene a su lado a esos asesinos sedientos
           de sangre?, se preguntó el Barón.
               —Un cierto número de muertos es algo inevitable en todos los asuntos —dijo el

           Barón—, pero hay que fijar un limite en algún lado. Alguien debe sobrevivir para
           ocuparse de la especia.
               El Conde emitió una corta y seca risa.

               —¿Acaso pensáis domesticar a los Fremen?
               —Nunca  han  sido  tan  numerosos  como  para  esto  —dijo  el  Barón—.  Pero  la
           matanza ha creado mucha inquietud en el resto de la población. Nos hallamos en un

           punto,  mi  querido  Fenring,  en  el  que  estoy  pensando  en  otra  solución  para  el
           problema de Arrakis. Y debo confesar que ha sido el propio Emperador quien me ha
           inspirado.

               —¿Ahhh?
               —Ved, Conde, ahí está el planeta-prisión del Emperador, Salusa Secundus, para

           inspirarme.
               El Conde le miró con una brillante intensidad.
               —¿Qué relación puede existir entre Salusa Secundus y Arrakis?
               El Barón percibió la alarma en los ojos de Fenring.

               —Ninguna, todavía —dijo.
               —¿Todavía?

               —Espero que admitiréis conmigo que el hecho de utilizar Arrakis como planeta-
           prisión permitiría desarrollar de un modo notable el trabajo.
               —¿Anticipáis un aumento en el número de prisioneros?
               —Ha  habido  desórdenes  —admitió  el  Barón—.  He  debido  tomar  medidas

           severas, Fenring. Después de todo, vos sabéis el precio que he tenido que pagar a esa
           condenada Cofradía por el transporte de nuestras mutuas fuerzas hasta Arrakis. Debo

           recuperar esta suma de alguna manera.
               —Os  aconsejo  que  no  uséis  Arrakis  como  planeta-prisión  sin  el  permiso  del
           Emperador, Barón.
               —Por supuesto que no —dijo el Barón, y se preguntó por qué se había producido

           aquella repentina frialdad en la voz de Fenring.
               —Otra cosa —dijo el Conde—. Hemos sabido que el Mentat del Duque Leto,

           Thufir Hawat, no está muerto sino que trabaja para vos.
               —No me sentía con ánimos de desperdiciarlo así —dijo el Barón.
               —Entonces le mentisteis a nuestro comandante Sardaukar cuando le dijisteis que

           Hawat había muerto.
               —Una  mentira  de  circunstancias,  mi  querido  Conde.  No  tenía  estómago  para
           discutir con aquel hombre.

               —¿Era Hawat el verdadero traidor?




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