Page 525 - Dune
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Pero antes de estas lecciones, de todos modos, había tenido que convencer a los
           Fremen.  Para  comprender  cómo  fue  posible  esto,  hay  que  conocer  antes  con  qué
           increíble  tenacidad  e  inocencia  afrontaba  todos  los  problemas.  No  era  ingenuo:

           simplemente, apuntaba directamente hacia lo que pretendía conseguir.
               Estaba  explorando  el  territorio  de  Arrakis  a  bordo  de  un  vehículo  monoplaza
           durante  un  tórrido  atardecer,  cuando  fue  testigo  de  una  escena  deplorable.  Seis

           mercenarios  Harkonnen,  provistos  de  escudos  y  completamente  armados,  habían
           sorprendido  a  tres  jóvenes  Fremen  al  abierto  tras  la  Muralla  Escudo,  cerca  del
           poblado del Saco del Viento. Para Kynes, aquello parecía una lucha más bien irreal,

           sin la menor trascendencia, hasta que se dio cuenta de que los Harkonnen pretendían
           matar a los Fremen. Uno de los jóvenes había caído ya, con una arteria seccionada,
           mientras  dos  de  los  mercenarios  estaban  fuera  de  combate,  pero  aún  había  cuatro

           hombres armados frente a dos jóvenes imberbes.
               Kynes  no  era  valeroso;  simplemente  era  resuelto  y  precavido.  Los  Harkonnen

           estaban  matando  Fremen.  ¡Estaban  destruyendo  las  herramientas  con  las  que
           pretendía remodelar el planeta! Activó su propio escudo, se lanzó a la lucha y derribó
           a  dos  Harkonnen  antes  de  que  supieran  que  alguien  les  estaba  atacando  por  la
           espalda.  Esquivó  la  espada  de  uno  de  los  otros  y  les  seccionó  la  garganta  con  un

           limpio  entrisseur,  y  dejó  al  único  sicario  que  quedaba  en  manos  de  los  jóvenes
           Fremen,  dirigiendo  su  atención  a  salvar  al  que  estaba  en  el  suelo.  Y  consiguió

           salvarle… justo en el momento en que era abatido el sexto Harkonnen.
               ¡Y  entonces  fue  cuando  se  complicaron  las  cosas!  Los  Fremen  no  sabían  qué
           hacer con Kynes. Por supuesto, sabían quién era. Nadie llegaba a Arrakis sin que un
           completo dossier relativo a su persona llegara a los baluartes Fremen. Le conocían:

           era un servidor Imperial.
               ¡Pero había matado Harkonnen!

               Si  hubiesen  sido  adultos  se  hubieran  limitado  a  alzarse  de  hombros  mientras
           enviaban su sombra a reunirse con las de los seis hombres muertos en el terreno. Pero
           aquellos Fremen eran jóvenes inexpertos y sabían tan sólo que habían contraído una
           vital obligación con aquel servidor Imperial.

               Kynes estaba dos días más tarde en un sietch que se abría dominando el Paso del
           Viento.  Para  él,  todo  aquello  era  natural.  Habló  a  los  Fremen  del  agua,  de  dunas

           ancladas con hierba, de palmeras cargadas de dátiles, de qanats corriendo al aire libre
           a través del desierto. Habló y habló y habló.
               Y ni siquiera se dio cuenta del debate que se producía a su alrededor. ¿Qué hay

           que  hacer  con  ese  loco?  Ahora  conoce  la  situación  de  un  sietch  importante.  ¿Qué
           hacer? ¿Y cómo interpretan esas palabras hablando de Arrakis como de un paraíso?
           Son tan sólo palabras. Y ahora sabe demasiado. ¡Pero ha matado Harkonnen! ¿Y la

           carga de agua? ¿Desde cuándo le debemos algo al Imperio? Ha matado Harkonnen.




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