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murciélago del desierto para vigilarlos a su vez.
Y finalmente la prueba crucial: palmeras datileras, algodón, melones, café,
plantas medicinales… más de doscientos tipos de plantas comestibles para ensayar y
adaptar.
—Lo que no comprende el no versado en ecología con respecto a un ecosistema
—decía Kynes— es que trata de un sistema. ¡Un sistema! Un sistema mantiene una
cierta fluida estabilidad que puede ser destruida como un simple paso en falso en un
solo nicho ecológico. Un sistema obedece a un orden, está armonizado de uno a otro
extremo. Si algo falla en el flujo todo el orden sufre un colapso. Una persona no
adiestrada puede no darse cuenta de este colapso hasta que sea demasiado tarde. Es
por eso por lo que la función más importante de la ecología es la comprensión de las
consecuencias.
¿Habían conseguido edificar un sistema?
Kynes y su gente esperaron y esperaron. Los Fremen comprendían ahora por qué
había previsto quinientos años de paciencia.
Llegó un primer informe de los palmerales:
En el límite del desierto con las plantaciones, el plancton de arena empezó a dar
señales de envenenamiento a causa de la interacción con las nuevas formas de vida.
La razón: incompatibilidad proteica. Se estaba formando allí agua envenenada que la
vida de Arrakis no aceptaba. Una zona desolada rodeaba las plantaciones, un lugar en
el que ni siquiera el Shai-Hulud se aventuraba.
Kynes visitó personalmente los palmerales: un viaje de veinte martilleadores (en
un palanquín, como un herido o una Reverenda Madre, porque no era un caballero de
la arena). Inspeccionó la zona desolada (cuyo hedor ascendía al cielo) y volvió con
una prima, un regalo de Arrakis.
La adición de sulfuro y nitrógeno fijado convirtió la zona desolada en un terreno
rico para las formas de la vida terrestre. ¡Las plantaciones podían extenderse así a
voluntad!
—¿Eso disminuirá la espera? —preguntaron los Fremen.
Kynes volvió a sus fórmulas planetarias. Los resultados de los programas de
trampas de viento eran ya bastante seguros. Se habían concedido generosos márgenes
de tiempo, sabiendo que era imposible delimitar exactamente los problemas
ecológicos. Una cierta cantidad de plantas debía ser reservada al anclaje de las dunas;
una cierta cantidad para alimentación (de hombres y animales); una cierta cantidad
para apresar la humedad en sus sistemas de raíces y encaminar el agua a las regiones
secas de los alrededores. En aquella época, las zonas frías del bled habían sido
delimitadas y llevadas a los mapas. También entraban en las fórmulas. Incluso los
Shai-Hulud tenían su lugar en los gráficos. No podían ser destruidos nunca, o la
especia hubiera terminado junto con ellos. Pero la gigantesca «factoría» que era su
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