Page 530 - Dune
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murciélago del desierto para vigilarlos a su vez.
               Y  finalmente  la  prueba  crucial:  palmeras  datileras,  algodón,  melones,  café,
           plantas medicinales… más de doscientos tipos de plantas comestibles para ensayar y

           adaptar.
               —Lo que no comprende el no versado en ecología con respecto a un ecosistema
           —decía Kynes— es que trata de un sistema. ¡Un sistema! Un sistema mantiene una

           cierta fluida estabilidad que puede ser destruida como un simple paso en falso en un
           solo nicho ecológico. Un sistema obedece a un orden, está armonizado de uno a otro
           extremo.  Si  algo  falla  en  el  flujo  todo  el  orden  sufre  un  colapso.  Una  persona  no

           adiestrada puede no darse cuenta de este colapso hasta que sea demasiado tarde. Es
           por eso por lo que la función más importante de la ecología es la comprensión de las
           consecuencias.

               ¿Habían conseguido edificar un sistema?
               Kynes y su gente esperaron y esperaron. Los Fremen comprendían ahora por qué

           había previsto quinientos años de paciencia.
               Llegó un primer informe de los palmerales:
               En el límite del desierto con las plantaciones, el plancton de arena empezó a dar
           señales de envenenamiento a causa de la interacción con las nuevas formas de vida.

           La razón: incompatibilidad proteica. Se estaba formando allí agua envenenada que la
           vida de Arrakis no aceptaba. Una zona desolada rodeaba las plantaciones, un lugar en

           el que ni siquiera el Shai-Hulud se aventuraba.
               Kynes visitó personalmente los palmerales: un viaje de veinte martilleadores (en
           un palanquín, como un herido o una Reverenda Madre, porque no era un caballero de
           la arena). Inspeccionó la zona desolada (cuyo hedor ascendía al cielo) y volvió con

           una prima, un regalo de Arrakis.
               La adición de sulfuro y nitrógeno fijado convirtió la zona desolada en un terreno

           rico para las formas de la vida terrestre. ¡Las plantaciones podían extenderse así a
           voluntad!
               —¿Eso disminuirá la espera? —preguntaron los Fremen.
               Kynes  volvió  a  sus  fórmulas  planetarias.  Los  resultados  de  los  programas  de

           trampas de viento eran ya bastante seguros. Se habían concedido generosos márgenes
           de  tiempo,  sabiendo  que  era  imposible  delimitar  exactamente  los  problemas

           ecológicos. Una cierta cantidad de plantas debía ser reservada al anclaje de las dunas;
           una cierta cantidad para alimentación (de hombres y animales); una cierta cantidad
           para apresar la humedad en sus sistemas de raíces y encaminar el agua a las regiones

           secas  de  los  alrededores.  En  aquella  época,  las  zonas  frías  del  bled  habían  sido
           delimitadas y llevadas a los mapas. También entraban en las fórmulas. Incluso los
           Shai-Hulud  tenían  su  lugar  en  los  gráficos.  No  podían  ser  destruidos  nunca,  o  la

           especia hubiera terminado junto con ellos. Pero la gigantesca «factoría» que era su




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