Page 520 - Dune
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—Vuestra persona está segura en mi presencia —dijo Paul—. Es un Atreides
quien os lo ha prometido. Pero Muad’Dib os sentencia a vuestro planeta prisión. Pero
no tengáis miedo, Majestad. Usaré todos los poderes de que dispongo para hacer que
aquel lugar sea menos rudo. Lo transformaré en un planeta jardín, lleno de cosas
encantadoras.
El oculto sentido de las palabras de Paul llegó hasta la mente del Emperador.
Miró a Paul a través de la estancia.
—Ahora comprendo tus verdaderos motivos —gruñó.
—Evidentemente —dijo Paul.
—¿Y Arrakis? —preguntó al Emperador—. ¿Otro mundo jardín lleno de cosas
encantadoras?
—Los Fremen tienen la palabra de Muad’Dib —dijo Paul—. Habrá agua
corriendo libremente bajo el cielo de este mundo, y oasis verdeantes llenos de cosas
hermosas. Pero también debemos pensar en la especia. Así, siempre habrá desierto en
Arrakis… y terribles vientos, y pruebas para endurecer al hombre. Nosotros los
Fremen tenemos un proverbio: «Dios creó Arrakis para templar a los fieles». Uno no
puede ir contra la palabra de Dios.
La vieja Decidora de Verdad, la Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam, había
captado otro oculto significado en las palabras de Paul. Había entrevisto la jihad.
Dijo:
—¡No puedes desencadenar a esa gente sobre el universo!
—¡Lamentaréis las gentiles maneras de los Sardaukar! —espetó Paul.
—No puedes —susurró ella.
—Tú eres una Decidora de Verdad —dijo Paul—. Mide tus palabras. —Miró a la
Princesa Real, luego al Emperador—. Decidid, Majestad.
El Emperador dirigió a su hija una afligida mirada. Ella tocó su brazo y dijo
tranquilizadoramente:
—He sido educada para esto, padre.
El inspiró profundamente.
—No podéis impedirlo —murmuró la vieja Decidora de Verdad.
El Emperador se irguió, encontrando algo de su perdida dignidad.
—¿Quién negociará por ti, consanguíneo? —preguntó.
Paul se volvió, miró a su madre, con los ojos casi cerrados por el agotamiento,
junto a Chani y un grupo de Fedaykin. Se acercó a ellos y se detuvo ante Chani,
observándola.
—Sé tus razones —murmuró Chani—. Si ha de ser así… Usul.
Paul, notando las ocultas lágrimas tras su voz, le acarició la mejilla.
—Mi Sihaya no tendrá nunca nada que temer —susurró. Dejó caer el brazo, hizo
frente a su madre—. Tú negociarás por mí, madre, con Chani a tu lado. Tiene
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