Page 518 - Dune
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izquierda en una burla de saludo. Sus ojos brillaban de rabia tras el cuchillo.
               Paul  pasó  también  el  crys  a  su  mano  izquierda,  igualándose  con  su  oponente.
           Inició de nuevo sus giros de estudio.

               Feyd-Rautha se le fue acercando lentamente, el cuchillo alto, la rabia leyéndose
           en sus entrecerrados ojos y en su prominente mandíbula. Fintó hacia la derecha y
           abajo,  y  se  encontraron  uno  junto  al  otro,  las  hojas  entrecruzadas,  en  un  esfuerzo

           violento.
               Paul,  desconfiando  del  lado  derecho  de  Feyd-Rautha,  donde  sospechaba  que
           estaba la aguja envenenada, obligó a girar hacia la derecha a su adversario. Estuvo a

           punto  de  no  ver  la  aguja  en  el  momento  en  que  surgió.  Fue  avisado  por  un
           movimiento de Feyd-Rautha, una distensión repentina de sus músculos, y la aguja
           falló la carne de Paul por una ínfima fracción de milímetro.

               ¡En la cadera izquierda!
               Traición en la traición de la traición,  pensó  Paul.  Usó  el  adiestramiento  Bene

           Gesserit  de  sus  músculos  para  apartarse  bruscamente  y  aprovechar  el  reflejo
           instintivo de Feyd-Rautha, pero la necesidad de alejarse de la aguja envenenada en la
           cadera de su oponente le hizo trastabillar y caer al suelo, con Feyd-Rautha sobre él.
               —¿La  ves  en  mi  cadera?  —susurró  Feyd-Rautha—.  Vas  a  morir,  estúpido  —y

           empezó a contorsionarse, haciendo que la aguja se acercara más y más—. Paralizará
           tus músculos, y mi cuchillo acabará contigo. ¡Y no quedará ningún rastro que pueda

           ser detectado!
               Paul luchó con todos sus músculos, oyendo los gritos silenciosos en su mente, las
           advertencias de sus antepasados exigiendo que pronunciara la palabra secreta para
           detener a Feyd-Rautha y salvarse a sí mismo.

               —¡No la diré! —jadeó Paul.
               Feyd-Rautha  le  miró,  con  una  imperceptible  vacilación.  Sin  embargo,  fue

           suficiente  para  que  Paul  captara  el  punto  débil  en  el  equilibrio  de  su  adversario,
           hiciera palanca en él y le obligara a rodar sobre sí mismo, invirtiendo las posiciones.
           Ahora Feyd-Rautha estaba bajo él, con su cadera derecha en alto, incapaz de volverse
           debido a que la aguja, en su cadera izquierda, se había clavado en el suelo bajo él.

               Paul  liberó  su  mano  izquierda,  ayudado  por  la  lubricación  de  la  sangre  de  su
           brazo, y golpeó a Feyd-Rautha por debajo de la mandíbula. La punta del crys abrió su

           camino hasta el cerebro. Feyd-Rautha se estremeció y se combó en el suelo, sujeto
           parcialmente a él por la aguja clavada en el pavimento.
               Inspirando profundamente para recobrar su calma, Paul se impulsó hacia arriba y

           se puso en pie. Permaneció inmóvil sobre el cuerpo, con el cuchillo en la mano, y
           alzó los ojos con una deliberada lentitud hacia el Emperador.
               —Majestad  —dijo—,  vuestras  fuerzas  se  han  visto  reducidas  en  otra  unidad.

           ¿Vamos  a  dejar  de  tergiversar  y  engañarnos?  ¿Vamos  a  discutir  lo  que  conviene




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