Page 513 - Dune
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—Mi Señor, si ese cerdo… no es más que una bestia asquerosa que puedes
aplastar con tu pie y arrojar luego la bota porque estará contaminada. Llama a un
verdugo si lo crees necesario, o déjamelo a mí, pero no te ofrezcas tú mismo para…
—Muad’Dib no necesita hacer esto —dijo Chani. Paul la miró, y leyó el miedo en
sus ojos.
—Pero el Duque Paul sí debe —dijo.
—¡Es tan sólo una bestia Harkonnen! —jadeó Gurney.
Paul vaciló, a punto de revelar su propia descendencia Harkonnen, pero fue
detenido por una cortante mirada de su madre.
—Pero esa cosa tiene forma humana, Gurney —se limitó a decir—, y debe
beneficiarse de la duda humana.
—Si tan sólo… —insistió Gurney.
—Te lo ruego, mantente aparte —dijo Paul. Sopesó el crys, y apartó suavemente
a Gurney a un lado.
—¡Gurney! —dijo Jessica. Tocó el brazo del hombre—. Es como su abuelo. No
le distraigas. Es lo único que puedes hacer por él ahora —y pensó: ¡Gran Madre, qué
ironía!
El Emperador estudió a Feyd-Rautha, vio sus abultados hombros, sus gruesos
músculos. Se volvió a observar a Paul: un joven delgado como la trenza de un látigo,
no tan enjuto como los nativos de Arrakis, pero se podían contar sus costillas, y los
huesos de sus costados revelaban claramente el tensarse y contraerse de sus músculos
bajo su tirante piel.
Jessica se inclinó hacia Paul y murmuró a su oído, únicamente para él:
—Tan sólo una cosa, hijo. A veces, la gente peligrosa está preparada por las Bene
Gesserit, con una palabra implantada en lo más profundo de su mente, según la
antigua técnica del placer-dolor. La palabra más frecuentemente usada es Uroshnor.
Si ese hombre ha sido preparado, y estoy convencida de que lo ha sido, esa palabra
susurrada a su oído aflojará sus músculos y…
—No necesito ninguna ventaja especial —dijo Paul—. Hazte a un lado, por favor.
—¿Por qué hace esto? —preguntó Gurney a Jessica—. ¿Quiere hacerse matar y
convertirse en un mártir? ¿Todas esas chácharas religiosas de los Fremen han nublado
su razón?
Jessica hundió el rostro entre sus manos, dándose cuenta de que no sabía por qué
Paul actuaba así. Podía advertir la presencia de la muerte en la estancia, y sabía que
este Paul, tan cambiado y distinto, era capaz de lo que había sugerido Gurney.
Concentró todos sus talentos hacia el deseo que experimentaba de defender a su hijo,
pero no había nada que pudiera hacer.
—¿Son esas chácharas religiosas? —insistió Gurney.
—¡Calla! —dijo Jessica—. Y reza.
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