Page 508 - Dune
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paso hacia atrás.
—Entonces, admites que puedo hacerlo, ¿no? —preguntó Paul.
El hombre de la Cofradía pareció boquear por un momento, buscando aire a su
alrededor.
—Sí —admitió—, puedes hacerlo, pero no debes.
—Ahhh —dijo Paul, inclinando la cabeza en una afirmación para sí mismo—.
Así que vosotros sois dos navegantes, ¿eh?
—¡Sí!
—Tú mismo te quedarías ciego —dijo el más bajo de los dos—, y te condenarías
a una muerte lenta. ¿Sabes lo que representa verse privado del licor de especia
cuando uno es adicto a él?
—El ojo que busca ante él el camino más seguro queda cerrado para siempre —
dijo Paul—. La Cofradía mutilada. Los seres humanos convertidos en pequeños
grupos aislados en sus aislados planetas. ¿Sabéis? Podría hacerlo por puro
despecho… o por simple aburrimiento.
—Hablemos de ello en privado —dijo el más alto de los hombres de la Cofradía
—. Estoy seguro de que podemos llegar a algún compromiso que…
—Enviad ese mensaje a vuestra gente que está sobre Arrakis —dijo Paul—. Estoy
cansado de esta discusión. Si esa flota no se retira inmediatamente, ya no tendremos
ninguna necesidad de hablar. —Señaló a sus hombres de comunicaciones a un lado
del vestíbulo—. Podéis usar mi equipo.
—Antes debemos discutir esto —dijo el hombre más alto—. No podemos
simplemente…
—¡Mandadlo! —rugió Paul—. Quien tiene el poder de destruir algo es quien
posee su absoluto control. Vosotros mismos habéis admitido que tengo este poder. No
estamos aquí para discutir o negociar o buscar compromisos. ¡Obedeceréis mis
órdenes, o sufriréis inmediatamente las consecuencias!
—Lo hará —dijo el más bajo de los hombres de la Cofradía. Y Paul vio que el
miedo le atenazaba.
Lentamente, ambos avanzaron hacia el equipo de comunicaciones de los Fremen.
—¿Obedecerán? —preguntó Gurney.
—Su visión del tiempo restringe —dijo Paul—. Ven ante sí una pared desnuda
donde se inscriben las consecuencias de su desobediencia. Cada navegante de la
Cofradía, en cada nave, ve ante sí esa misma pared. Obedecerán.
Paul se volvió y miró al Emperador.
—Cuando os permitieron acceder al trono de vuestro padre —dijo—, fue
únicamente con la garantía de que los envíos de especia seguirían llegando a ellos.
Les habéis fallado, Majestad. ¿Sabéis cuáles son las consecuencias?
—Nadie ha permitido…
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