Page 503 - Dune
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—¡Paul! —restalló Jessica—. ¡No cometas el mismo error que tu padre!
               —Es una princesa —dijo Paul—. Me abrirá el camino al trono, y eso es todo lo
           que hará. ¿Error? ¿Crees que, porque soy tal como tú me has hecho, no puedo sentir

           el deseo de venganza?
               —¿Incluso sobre los inocentes? —preguntó ella, y pensó: No debe cometer mis
           mismos errores.

               —Ya no hay inocentes —dijo Paul.
               —Díselo a Chani —respondió Jessica, y señaló el corredor que se abría a la parte
           trasera de la Residencia.

               Chani entró en el Gran Salón, pasando por entre los guardias Fremen como si no
           los viera. Se había quitado la capucha del destiltraje y soltado la máscara. Avanzó con
           una frágil inseguridad, atravesó la estancia y se detuvo al lado de Jessica.

               Paul vio las huellas de lágrimas en sus mejillas… Da agua a los muertos. Sintió
           una punzada de dolor, como si la presencia de Chani lo hubiera despertado de nuevo.

               —Está muerto, mi amor —dijo Chani—. Nuestro hijo está muerto.
               Manteniendo un absoluto control sobre sí mismo, Paul se puso en pie. Tendió una
           mano, tocó la mejilla de Chani, acariciando la humedad en su piel.
               —Nada podrá reemplazarlo —dijo Paul—, pero habrá otros hijos. Es Usul quien

           te lo promete. —Se apartó suavemente, haciendo una seña a Stilgar.
               —Muad’Dib —dijo Stilgar.

               —El Emperador y su gente están llegando de la nave —dijo Paul—. Permaneceré
           aquí.  Reúne  a  todos  los  prisioneros  en  el  centro  de  la  estancia.  Quiero  que
           permanezcan a una distancia de diez metros de mí, a menos que yo ordene otra cosa.
               —A tus órdenes, Muad’Dib.

               Al  tiempo  que  Stilgar  se  volvía  para  obedecer,  Paul  oyó  los  murmullos  de  los
           guardias Fremen:

               —¿Habéis oído? ¡Lo sabe! ¡Nadie se lo ha dicho, pero lo sabe! Y ahora se oía
           aproximarse la escolta del Emperador, sus Sardaukar entonando una de sus canciones
           de marcha para mantener altos sus espíritus. Después hubo un murmullo de voces en
           la entrada, y Gurney Halleck pasó por entre los guardias, se detuvo a decirle algo a

           Stilgar, luego avanzó hasta el lado de Paul, con una extraña mirada en los ojos.
               ¿Voy  a  perder  también  a  Gurney?,  se  preguntó  Paul.  ¿Le  perderé  como  he

           perdido a Stilgar… perderé un amigo para ganar un adorador?
               —No llevan armas lanzadoras —dijo Gurney—. Me he asegurado personalmente.
           —Miró a su alrededor en la estancia, viendo los preparativos de Paul—. Feyd-Rautha

           Harkonnen está con ellos. ¿Debo aislarle?
               —Déjale.
               —Hay  también  alguna  gente  de  la  Cofradía,  pidiendo  privilegios  especiales,

           amenazando  desencadenar  un  embargo  contra  Arrakis.  Les  he  dicho  que  te




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