Page 502 - Dune
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allí…  la  concubina  de  un  Duque  reinante.  Su  presencia  tenía  algo  de  su  antigua
           energía.
               Jessica se detuvo frente a Paul y le miró. Vio fatiga y cómo la ocultaba, pero no

           sentía  ninguna  compasión  hacia  él.  Era  como  incapaz  de  experimentar  ninguna
           emoción hacia su hijo.
               Jessica había entrado en el Gran Salón preguntándose cómo aquel lugar se negaba

           a encajar en sus recuerdos. Era una estancia extraña, como si nunca hubiera penetrado
           en ella, como si nunca la hubiera atravesado del brazo de su bienamado Leto, como si
           nunca hubiera confrontado allí a Duncan Idaho… nunca, nunca, nunca…

               Debería existir una palabra-tensión directamente opuesta al adab, la memoria
           que pide, pensó. Debería existir una palabra para los recuerdos que se rechazan.
               —¿Dónde está Alia? —preguntó.

               —Afuera, haciendo lo que hace todo buen niño Fremen en tales circunstancias —
           dijo Paul—. Remata a los enemigos heridos y marca sus cuerpos para el equipo de

           recuperación de agua.
               —¡Paul!
               —Has de comprender que hace esto por bondad —dijo él—. ¿No es extraño que
           no podamos comprender la oculta unidad entre bondad y crueldad?

               Jessica miró fijamente a su hijo, asustada por el profundo cambio operado en él.
           ¿Esto es lo que le ha hecho la muerte de su hijo?, se preguntó.

               —Los hombres cuentan extrañas historias de ti, Paul —dijo—. Dicen que tienes
           todos  los  poderes  de  la  leyenda…  que  nada  puede  serte  ocultado,  que  ves  lo  que
           nadie más puede ver.
               —¿Una Bene Gesserit haciéndome preguntas acerca de una leyenda? —preguntó

           Paul.
               —Tengo mi parte de responsabilidad en lo que eres —admitió ella—. Pero no

           esperes que yo…
               —¿Te gustaría vivir miles y miles de millones de vidas? —preguntó Paul—. ¡Qué
           reserva de leyendas para ti! Piensa en todas esas experiencias, en toda la sabiduría
           que se puede derivar de ellas. Pero la sabiduría atenúa el amor, ¿no es cierto? Y da

           una nueva dimensión al odio. ¿Cómo puede uno saber lo que es despiadado si uno no
           ha hurgado antes en los profundos depósitos de la crueldad y de la bondad? Tendrías

           que tener miedo de mí, madre. Soy el Kwisatz Haderach.
               Jessica intentó tragar saliva en su reseca garganta.
               —Una vez negaste serlo —dijo.

               Paul agitó la cabeza.
               —Ahora ya no puedo negarlo. —Miró directamente a sus ojos—. El Emperador y
           su gente están llegando. Van a ser anunciados en cualquier momento. Quédate a mi

           lado. Quiero verlos con extrema claridad. Mi futura esposa está entre ellos.




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