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linchados en el término de dos meses. Cincuenta y tres se retractaron en el término de
           un año.
               La  Biblia  Católica  Naranja  fue  denunciada  como  un  trabajo  producido  por  «la

           insolencia  de  la  razón».  Se  dijo  que  sus  páginas  vomitaban  llamadas  a  la  lógica
           demasiado  engañosas.  Comenzaron  a  aparecer  versiones  revisadas,  adaptadas  a  la
           intolerancia  popular.  Estas  revisiones  se  basaban  en  simbolismos  ya  aceptados

           (Cruces, Medias Lunas, Plumas, los Doce Santos, Buda y cosas así), y muy pronto se
           hizo evidente que las antiguas supersticiones y creencias no habían sido absorbidas
           por el nuevo ecumenismo.

               La  etiqueta  puesta  por  Halloway  a  los  siete  años  de  esfuerzos  de  la  C.T.E.:
           «Determinismo  Galactofásico»,  fue  tomada  ávidamente  por  miles  de  millones  de
           individuos, que interpretaron las iniciales D.G. como «Dios en Galeras».

               El presidente de la C.T.E., Toure Bomoko, un Ulema de los Zensunni y uno de los
           catorce delegados que no se retractaron nunca de la Biblia Católica Naranja («Los

           Catorce Sabios» de la historia popular) admitió por fin que la C.T.E. había cometido
           un error.
               —No  hubiéramos  debido  intentar  nunca  crear  nuevos  símbolos  —dijo—.
           Hubiéramos  tenido  que  darnos  cuenta  de  que  no  era  tarea  nuestra  introducir

           incertidumbres  en  las  creencias  aceptadas,  que  no  era  tarea  nuestra  suscitar
           curiosidades acerca de la naturaleza de Dios. Cada día nos vemos enfrentados a la

           terrible inestabilidad de las cosas humanas, y pese a todo permitimos que nuestras
           religiones se vuelvan cada vez más rígidas y controladas, cada vez más conformistas
           y  opresivas.  ¿Qué  es  esta  sombra  que  atraviesa  el  gran  camino  del  Mandamiento
           Divino? Es una advertencia a la que resisten las instituciones, a la que resisten los

           símbolos incluso cuando han errado todo significado y es imposible concentrar en
           una única suma todo el conocimiento.

               El  amargo  doble  significado  de  esta  «admisión»  no  escapó  a  los  enemigos  de
           Bomoko, el cual, no mucho tiempo después, se vio obligado a huir al exilio, con su
           vida dependiendo del compromiso de silencio de la Cofradía. Se dice que murió en
           Tupile, honrado y amado, y que sus últimas palabras fueron:

               —La religión debe seguir siendo un medio que permita a la gente decirse a sí
           misma: «No soy el tipo de persona que querría ser». No dejéis nunca que se corrompa

           entre gente satisfecha de sí misma.
               Es hermoso pensar que Bomoko había captado el valor profético de sus propias
           palabras:  «Las  instituciones  resisten».  Noventa  generaciones  más  tarde,  la  Biblia

           Católica  Naranja  y  los  Comentarios  se  habían  extendido  por  todo  el  universo
           religioso.
               Cuando Paul Muad’Dib se detuvo con su mano derecha apoyada en el túmulo de

           piedra que albergaba el cráneo de su padre (la mano derecha del bendecido, no la




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