Page 51 - Escritos sobre ocultismo y masonería
P. 51

EL AMANTE VISUAL


                                                             II


                      Ni alrededor de esas figuras, con cuya contemplación me entretengo, es
                mi costumbre tejer algún argumento de la fantasía. Las veo, y el valor de
                ellas, para mí, esta sólo en ser vistas. Todo lo demás que les agregase, las
                disminuiría, porque disminuiría, por así decir, su «visibilidad».

                      Todo cuanto fantasease de ellas, forzosamente, en el mismo momento
                de fantasear, yo lo conocería como falso; y, si lo soñado me agrada, lo falso
                me repugna. El sueño puro me encanta, el sueño que no tiene relación con la
                realidad, ni punto de contacto con ella. El sueño imperfecto, con punto de
                partida en la vida, me disgusta, o, antes, me disgustaría si yo me enmarañase
                en él.
                      Para mí, la humanidad es un vasto motivo de decoración, que vive por
                los ojos y por los oídos y, aún, por la emoción psicológica. No quiero nada

                de la vida sino asistir a ella. Nada más quiero de mí sino asistir a la vida.
                      Soy como un ser de otra existencia que pasa indefinidamente interesado
                a  través  de  esta.  En  todo  soy  ajeno  a  ella.  Hay  entre  mí  y  ella  como  un
                vidrio. Quiero ese vidrio siempre muy claro, para poder examinarla sin falla
                de medio intermedio; pero quiero siempre el vidrio.
                      Para todo espíritu científicamente constituido, ver en una cosa más de
                lo  que  allí  está  es  ver  menos  esa  cosa.  Lo  que  materialmente  se  agrega,

                espiritualmente lo disminuye.
                      Atribuyo  a  este  estado  del  alma  mi  repugnancia  por  los  museos.  El
                museo, para mí, es la vida entera, en la cual la pintura es siempre exacta, y
                sólo puede haber inexactitud en la imperfección del contemplador. Pero esa
                imperfección, o hago algo por disminuirla o, si no puedo, me contento con
                que así sea, pues, como todo, no puede ser sino así.
   46   47   48   49   50   51   52   53   54   55   56