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Diario de un demente



                                                                 Dia 1

           Las luces blancas del techo se apagaron una a una,
           rítmicamente. El cielo se mostraba despejado, con una
           que otra estrella perdida.

           Nubes.

           El tiempo se detenía tras esa falda. Solo importaba la
           forma de hacerlo. Pareciera que Plutón se había ali-
           neado con Marte. El destino estaba a su favor. Solo
           necesitaba más tiempo. Más tiempo.

           Ella caminaba entre frío y cristal. Caminaba hacia la
           inocencia. Caminaba durante la noche. Solo caminaba.

           Sus manos trabajaron solas. Sujetaron, apresaron, as-
           fixiaron los sueños y la boca. Tocaron la piel cálida
           de  un  cuerpo  inexistente  en  un  mundo  perdido.  No
           pensaba, solo desgarraba, presa del frenesí y la locura
           del momento.

           Silencio.

           Ojos claros. Inexpresivos, viendo fijos el horror y la luz
           de la luna filtrada a través de la ventana.

           Sexo.

           El  techo  funge  como  anónimo  espectador.  Gotas  de
           sudor caen de su frente. Y dan a parar a un pecho
           sin color. Sin vida.



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