Page 38 - El Mártir de las Catacumbas
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Marcelo vio algunos lugares que habían sido amurallados, formando terminaciones
abruptas del pasillo, pero se abrían otras especies de ramales que contorneaban el lugar, y luego
se prolongaban como anteriormente. -¿Qué es esto que se encierra de ese modo?-preguntó él.
-Es una tumba romana -dijo Honorio-. Al excavar este pasillo, los obreros dieron contra
ella, y fue así que dejaron de cavar y contornearon el lugar, amurallándola previamente. Eso no
fue, desde luego, por temor a perturbar la tumba, sino porque tanto en la muerte como en la vida
igualmente, el cristiano desea seguir el mandamiento del Señor que dice: "Salid de entre ellos;
separaos de en medio de ellos."
-La persecución se enfurece contra nosotros y nos rodea y nos encierra -dijo Marcelo-.
¿Cuánto tiempo estará perseguido el pueblo de Dios? ¿cuánto tiempo nos ha de afligir el
enemigo?
Honorio le contestó: -Tal es el clamor de muchos entre nosotros. Pero es malo quejarse.
El Señor ha sido benigno con su pueblo. Pues durante todo el Imperio han pasado muchas
generaciones bajo la protección de las leyes y sin ser molestados. Es verdad que hemos tenido
persecuciones terribles, en las cuales miles han muerto en agonía, pero con todo han llegado
siempre a pasar y dejar en paz a la Iglesia.
-Todas las persecuciones que hasta el momento hemos recibido han servido para purificar
los corazones del pueblo de Dios y para exaltar su fe. El sabe lo que es mejor para nosotros.
Nosotros estamos en sus manos, y El no nos pondrá mayor carga de la que podemos aguantar.
Seamos sobrios y velemos en oración, oh estimado Marcelo, porque la presente tormenta nos
dice claramente que "el día grande y terrible, tanto tiempo antes profetizado sobre el mundo, se
acerca.
Y así Marcelo siguió recorriendo en compañía de Honorio, conversando y aprendiendo cada
instante cosas nuevas de la doctrina de la verdad de Dios y las experiencias de su pueblo. Y las
evidencias de su amor, su pureza, su fortaleza, su fe inquebrantable penetraron a las
profundidades de su alma.
La experiencia que él mismo había disfrutado no era cosa transitoria. Cada cosa nueva
que contemplaba no hacía más que avivarle el vivo anhelo de unirse con la fe y la fortuna del
pueblo de Dios. Y en armonía con ese sentir, antes del siguiente Día del Señor, se bautizó, "en la
muerte de Cristo," en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
En la mañana del Día del Señor, se sentó alrededor de la Mesa del Señor, en compañía
con otros cristianos. Allí todos ellos celebraron aquella sencilla pero afectuosa fiesta en memoria
de la Mesa del Señor, por la cual los cristianos se proclamaban muertos con Jesús, mientras
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esperaban su regreso. Honorio elev la ofrenda de una oración de hacimiento de gracias por lo
que compartían. Y por vez primera Marcelo gozó de la participación del pan y del vino, aquellos
símbolos sacratísimos del cuerpo y de la sangre de su Señor crucificado por él.
"Y habiendo cantado un himno, salieron."
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