Page 40 - El Mártir de las Catacumbas
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-A lo cual ¿él me dijo, "Los sentimientos de un soldado no tienen nada que ver con sus
               deberes."
                       -«Pero mis deberes para con el Dios que me creó son más fuertes que cualquier deber que
               yo tenga con el hombre."

                       -A esto me replicó, "¿Acaso tu simpatía con los cristianos ha llegado hasta volverte loco?
                       ¿No te das cuenta que lo que haces es traición?"
                       -Yo me incliné, y le dije que estaba resuelto a afrontar las consecuencias.
                       -"Muchacho precipitado," exclamó severamente, retírate a tu cuartel y yo te comunicaré
               mi decisión."
                       -Y fue así que me trasladé inmediatamente aquí, y he permanecido desde ese momento,
               esperando ansiosamente mi sentencia.

                       Lúculo  había  escuchado  toda  la  narración  que  le  había  hecho  Marcelo  sin  una  sola
               palabra, ni siquiera un gesto. Una expresión de triste sorpresa en su rostro evidenciaba lo que
               eran  sus  sentimientos.  Y  conforme  Marcelo  concluyó,  él  habló  en  tono  de  quien  deplora  y
               lamenta.
                       -Verdaderamente tanto tú como yo sabemos lo que debe ser aquella sentencia. Pues la
               disciplina romana, aun en tiempos normales, no se puede tomar con liviandad, y tanto peor ahora
               que  los  sentimientos  del  gobierno  se  hallan  exaltados  hasta  el  grado  sumo  contra  aquellos
               cristianos. Pues si tú insistes en tu proceder, estás arruinado.
                       -Te he expuesto todas mis razones.
                       -Sí.  Marcelo,  yo  conozco  tu  carácter  puro  y  sincero.  Tú  siempre  fuiste  de  una  mente
               piadosa. Tú has amado las nobles enseñanzas de la filosofía. ¿Y no te sientes satisfecho con todo
               ello  como  antes?  ¿Por  qué  habías  de  ser  seducido  por  la  miserable  doctrina  de  un  judío
               crucificado?
                       -Jamás  estuve  satisfecho  con  la  filosofía  de  que  tú  me  hablas.  Tú  mismo  sabes  a
               conciencia que en ella no hay nada cierto en que el alma pueda reposar. Pero el Cristianismo es
               la verdad de Dios, traída por él mismo, y santificada por su propia muerte.
                       -Ya  me  has  explicado  en  toda  su  integridad  todo  el  credo  cristiano.  Pues  tu  propio
               entusiasmo  ha  hecho  que  me  sea  atractivo,  lo  cual  debo  confesar;  y  si  todos  sus  seguidores
               fueran realmente como lo eres tú; mi muy apreciado Marcelo, podía adaptarse para llegar a ser la
               bendición final del mundo. Pero yo no he venido ante ti para argumentar sobre la religión. Vengo
               a  hablarte  sobre  ti  mismo.  Tú  estás  en  inminente  peligro,  mi  querido  amigo;  tu  posición,  tu
               honor, tu cargo, tu misma vida se hallan en peligro. Considera pues detenidamente lo que has
               hecho. Te fue confiada una importantísima comisión, en cuyo cumplimiento saliste. Se esperaba
               que volverías trayendo informes importantes. Pero por el contrario, tú vuelves y te presentas ante
               el general informando que te has puesto del lado del enemigo, que de corazón te has vuelto uno
               de ellos, y que te niegas a emplear las armas romanas contra ellos. Pues ¿no comprendes que si el
               -soldado ha  de escoger  con  quién ha  de  pelear, qué  va  a  ser  de  la  disciplina? Pues tiene que
               cumplir las órdenes y nada más. ¿No tengo razón?

                       -Pues tú tienes razón, Lúculo.
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