Page 202 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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las  olas,  el  monstruo  amenaza  a  la  hermosa Andrómeda.
           En los aires,  Perseo se sitúa entre el sol y el mar,  de mane­
           ra que su sombra se proyecte sobre las aguas, justo delante
           de  los  ojos  de  la  bestia.  La  sombra  sobre  el  espejo  de
           las  aguas,  igual  que,  sobre  el  escudo  de Atenea,  el  reflejo
           de  Medusa.  Perseo  no  ha  olvidado  la  lección  que  aca­
           ba  de  darle  la  diosa.  Al  ver  la  sombra  que  se  mueve  de­
           lante de él, el monstruo se imagina que allí está el ser que
           le  amenaza.  Se  precipita  sobre  el  reflejo  y,  en  aquel  mo­
           mento,  Perseo,  desde  lo  alto  del  cielo,  cae  sobre  él  y  lo
           mata.
               Perseo mata al monstruo y libera después a Andróme­
           da.  La lleva hasta la orilla,  y,  una vez allí,  comete  un  pe­
           queño  error. Andrómeda  está  fuera  de sí,  completamente
           trastornada,  e intenta  recuperar sus  fuerzas y su esperanza
           en  la  orilla,  entre  las  rocas.  Para  reanimarla,  para  tener
           mayor libertad  de  movimientos,  Perseo deposita la cabeza
           de  Medusa  sobre  la  arena  de  tal  manera  que  los  ojos  del
           monstruo sobresalen ligeramente del zurrón.  La mirada de
           Medusa se extiende sobre la superficie de las aguas; las al­
           gas que flotaban armoniosamente,  móviles y vivas, se soli­
           difican  y se  petrifican  hasta convertirse  en  corales  ensan­
           grentados.  Esta es  la razón  de  que existan en  el  mar unas
           algas  mineralizadas:  la mirada de  Medusa las ha  converti­
           do en piedra en medio de las olas.
               Perseo se lleva después a Andrómeda con él. Recupera
           su zurrón,  que se apresura a cerrar, y llega a Sérifos, donde
           su  madre,  Dánae,  le  espera.  También  le  aguarda  Dictis.
           Los  dos se han  refugiado  en  un  santuario para escapar de
           Polidectes.  Entonces  Perseo  decide  vengarse  del  malvado
           rey.  Le comunica que ha vuelto y que le trae el regalo pro­
           metido;  se  lo  entregará  en  el  transcurso  de  un  gran  ban­
           quete. Todos los hombres  de Sérifos, jóvenes y adultos, se
           reúnen  en  la gran sala.  Beben y comen,  es  una fiesta.  Lle-


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