Page 197 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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que ese ojo,  siempre abierto,  está de modo  permanente  al
        acecho. Sólo disponen de un diente, pero estas jóvenes an­
        cianas  no  están  desdentadas  a  pesar  de  ese  único  diente,
        que utilizan por turnos, como el ojo, y con el que pueden
        devorar incluso a seres humanos, como Perseo.
            Así que,  como en el juego del anillo,  al que yo jugaba
        cuando  era  niño,  Perseo  debe  mantener  ojos  más  alertas
        que el de esas tres jóvenes-viejas que sólo tienen uno, pero
        de  una  perspicacia  casi  infalible.  Necesita  encontrar  el
        momento  en  que  ese  ojo  no  pertenezca  a  ninguna  de  las
        tres.  Se lo pasan para que  permanezca constantemente vi­
        gilante.  Entre el  momento en  que  una se lo  pasa a la otra
        y ésta  lo  recibe,  existe  un  intervalo  de tiempo,  una  dimi­
        nuta brecha en  la continuidad temporal,  en  la que es pre­
        ciso que Perseo,  como una flecha, pueda colarse y robar el
        ojo.  En el juego del anillo, existe un cordel por el que cir­
        cula la sortija,  los jugadores ponen las dos manos sobre el
        cordel,  y cada  uno  de ellos  pasa la sortija de  una mano  a
        otra y después de esa mano a la del vecino, disimulando lo
        más  posible.  El  que  está  en  medio  del  círculo  tiene  que
        adivinar dónde  se encuentra el  anillo.  Si lo adivina,  gana;
        si  golpea  una mano  que  no  oculta  nada,  ha  perdido y es
        castigado.
            Perseo  no  se  equivoca.  Ve  el  momento  en  que  el  ojo
        está disponible, y lo  coge.  Se apodera también  del diente.
        Las  Grayas se  encuentran en  un estado  espantoso,  gritan­
        do de rabia y de dolor.  Están ciegas y sin su único diente.
        Inmortales, pero reducidas a nada. Obligadas a implorar a
        Perseo que les devuelva el ojo y el diente,  están dispuestas
        a  ofrecerle  cualquier  cosa  a cambio.  Lo  único  que  él  pre­
        tende de ellas es que le indiquen el lugar donde residen las
        muchachas,  las Nymphai,  las Ninfas, y el camino para lle­
        gar hasta allí.
            La palabra nymphe indica el momento en que la joven

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