Page 193 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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ordena bajar a Dánae con una mujer destinada a su servi
cio; después las encierra concienzudamente a las dos.
Ahora bien, desde lo alto del cielo, Zeus ha descubierto a
Dánae en la flor de su juventud y su belleza, y se ha ena-
morado de ella. Estamos en una época en que la separa-
ción entre los dioses y los hombres ya se ha consumado.
Pero, aunque estén separados, la distancia todavía no es lo
bastante grande para impedir que, de vez en cuando, des
de lo alto de la cumbre del Olimpo, en el éter brillante,
los dioses contemplen a las hermosas mortales. Ven a las
hijas de Pandora, a la que ellos mismos enviaron a los
hombres, y a la que Epimeteo abrió imprudentemente su
puerta. Les parecen magníficas. No es que las diosas no
sean hermosas, pero es posible que los dioses descubran en
esas mujeres mortales algo que las diosas no poseen. Tal
vez sea la fragilidad de la belleza o el hecho de que no sean
inmortales y que haya que cogerlas cuando están todavía
en el cénit de su juventud y su encanto.
Zeus se enamora de Dánae y sonríe al verla encerrada
por su padre en aquella prisión subterránea de bronce.
Desciende en forma de lluvia dorada y la fecunda; aunque
también es posible que una vez en el calabozo recuperara
su personalidad divina con apariencia humana. Zeus se
une a Dánae en el mayor de los secretos. Dánae espera un
hijo, un varón que será llamado Perseo. Esta aventura per
manece clandestina hasta el momento en que Perseo, un
chiquillo vigoroso, llora con tanta fuerza que un día, al
pasar por el patio, Acrisio oye un extraño ruido proceden
te de la prisión donde ha encerrado a su hija. El rey quiere
verla. Hace subir a todo el mundo, interroga a la nodriza
y se entera de que allí hay un niño. Se siente lleno de
pánico y furor a un tiempo al recordar la profecía del
oráculo de Delfos. Supone que la sirvienta ha introducido
subrepticiamente a un hombre en el lecho de Dánae. Inte
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