Page 190 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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como parte de su herencia a los Espartoi nacidos de la tie­
        rra tebana, pero que también es descendiente de Cadmo y
        Harmonía,  es  un  extranjero.  Ahí  le  tenemos,  al  término
        de su vagabundeo,  sin lugar,  sin vínculo,  sin raíz,  un emi­
        grante.  Teseo  le  ofrece  hospitalidad;  no  le  convierte  en
        ciudadano  de Atenas, sino que le concede la condición  de
        meteco,  de  métoikos,  de  extranjero;  pero  será  un  meteco
        privilegiado.  Habitará esa tierra que no es la suya, se esta­
        blecerá en ella. Así pues, Edipo pasa de una Tebas divina y
        maldita,  de  una Tebas  unida y desgarrada,  a Atenas:  es un
        paso horizontal, sobre la superficie de la tierra.
            Por tanto,  Edipo  se  convierte  en  el  meteco  oficial  de
        Atenas. No es el único paso que realiza: se convertirá tam­
        bién  en  subterráneo —será engullido  en  las  profundidades
        de  la  tierra-  y  celestial,  pues  subirá  hacia  los  Olímpicos.
        Pasa  de  la  superficie  de  la  tierra  a  lo  que  está  debajo  de
        ésta y también  a lo  que  está en  el cielo.  No  posee exacta­
        mente  condición  de semidiós,  de héroe  tutelar -la tumba
                                      ,
        del héroe está sobre el Agora— desaparece en  un  lugar se­
        creto  que  sólo  conoce Teseo  y  que  transmite  a  todos  los
        que  ejercen la soberanía  en Atenas,  tumba secreta que es,
        para  la  ciudad,  la  garantía de  su  éxito  militar y  su  conti­
        nuidad.  Tenemos,  por  tanto,  a  un  extranjero  venido  de
        Tebas, que se instala como  meteco  en Atenas,  y que  desa­
        parece  bajo  tierra,  fulminado  tal  vez  por  Zeus.  No  se
        transforma en  autóctono,  nacido  del  suelo,  como  se  pre­
        sentan  los  ciudadanos  de  Atenas,  ni  en gegenés,  no  surge
        completamente armado, dispuesto  a combatir,  de la tierra
        tebana.  No,  realiza  el  paso  en  sentido  inverso.  Llegado
        como  extranjero,  abandona  la  luz  del  sol  para  arraigarse
        en el mundo subterráneo en ese lugar de Atenas que no es
        el suyo y a!  que aporta,  como contrapartida de la hospita­
        lidad  que  se  le  concede  al  término  de  sus  sufrimientos y
        sus peregrinaciones,  la  seguridad de la salvación  en  la paz


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