Page 187 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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ra idéntico a él. ¿Cómo es posible que el flujo de las gene
raciones, la sucesión de los estadios que marcan a la hu
manidad, a la temporalidad, a la imperfección humana,
marchen al compás de un orden social que tiene que per
manecer estable, coherente y armonioso? La maldición
pronunciada contra Layo, y, tal vez, yendo más allá, el he
cho de que en la boda de Cadmo y Harmonía algunos re
galos tuvieran un poder maléfico, ¿no es una manera de
reconocer que en el seno mismo de aquella boda excepcio
nal y fundadora se insinuaba el fermento de la desunión,
el virus del odio, como si, entre las nupcias y la guerra,
entre la unión y la lucha, existiera un vínculo secreto? So
mos numerosos quienes hemos dicho que el matrimonio
es para la muchacha lo que la guerra para el muchacho.
En una ciudad en la que hay mujeres y hombres, existe
una necesaria oposición y una no menos necesaria interac
ción entre la guerra y el matrimonio.
La historia de Edipo no acaba aquí. El linaje de los
Labdácidas tenía que detenerse en Layo, y la maldición
que pesa sobre Edipo se remonta a la lejanía del pasado,
antes incluso de su nacimiento. El no es culpable, se limi
ta a pagar el pesado tributo que significa ese linaje de tu
llidos, de cojos, para aquellos de sus miembros que han
surgido a la luz del sol cuando ya no tenían el derecho de
nacer.
LOS HIJOS DE EDIPO
Se cuenta que cuando Edipo está ciego y avergonzado
por el peso de su culpa, sus dos hijos lo tratan de manera
tan indigna que, a su vez, lanza contra su descendencia
masculina una maldición semejante a la que, tiempo atrás,
Pélope había dirigido contra Layo. Se dice que para reírse
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