Page 183 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
P. 183

pel  de juez de  instrucción,  pero  el  hombre no  es  más  lo­
        cuaz de lo que era Tiresias. Edipo tropieza con las mayores
        dificultades para sacarle alguna información y llega a ame­
        nazarlo con la tortura para hacerle hablar.
            Por  entonces  llega  a Tebas  un  extranjero  procedente
        de  Corinto  que  ha  hecho  un  largo  camino.  Se  presenta
        ante Yocasta y Edipo,  saluda y pregunta dónde está el  rey
        del  país. Tiene  que  darle  una triste noticia:  su  padre y  su
        madre, el rey y la reina de Corinto,  han muerto.  Dolor de
        Edipo,  que  se siente  huérfano.  Dolor mitigado  por  cierta
        alegría,  porque,  si  Pólibo  ha  muerto,  Edipo ya  no  podrá
        matar a su padre. Tampoco podrá acostarse con su madre,
        porque  falleció  también.  Edipo  se  siente  con  la  cabeza
        muy despejada y muy libre,  le alegra saber que  el oráculo
        ha demostrado ser falso.  Delante de ese portador de malas
        noticias,  que  espera  tal  vez  que  Edipo  regrese  a  Corinto
        para ocupar el reino como estaba previsto, se justifica:  ha­
        bía  tenido  que  abandonar  Corinto  ya que  le  habían  pro­
        nosticado que mataría a su padre y se acostaría con su ma­
        dre.  El  mensajero  contesta:  «Te equivocaste al  irte:  Pólibo
        y Mérope no  eran  tus  padres.»  Estupor de  Edipo,  que  se
        pregunta qué significa todo eso.




        «LOS  PADRES NO ERAN  LOS  PADRES»

            Yocasta  oye  contar  al  mensajero  que  Edipo  era  un
        niño recién nacido llevado al palacio y adoptado por el rey
        y la reina de Corinto.  No era el hijo de sus entrañas,  pero
        habían  querido  que  Corinto  fuera  su  ciudad.  Yocasta  se
        siente  embargada  por  una  siniestra  iluminación.  Ahora
        todo quedaba claro. Abandona el lugar del debate y regre­
        sa  al  palacio.  «¿Cómo  sabes  tú  eso?»,  pregunta  Edipo  al
        mensajero. «Lo sé», contesta,  «porque fui yo quien entregó

         186
   178   179   180   181   182   183   184   185   186   187   188