Page 179 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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bien  durante unos  cuantos  años.  La pareja real  tiene cua­
        tro  hijos:  dos  muchachos,  Polinices y Etéocles, y dos mu­
        chachas,  Ismena y Antigona.  Después  una peste  se  abate
        brutalmente sobre Tebas. Todo  parecía dichoso,  normal y
        equilibrado;  de  repente,  todo  cambia,  todo  es  siniestro.
        Cuando  las  cosas  funcionan  como  es  debido,  en  orden,
        todos  los  años  rebrotan  las  mieses,  los  frutos  crecen  en
        los  árboles,  los  rebaños  paren  ovejas,  cabras  y  terneros.
        En suma, la riqueza de la tierra tebana se renueva al com­
        pás  de  las  estaciones.  Las  propias  mujeres  están  atrapa­
        das  en  este  gran  movimiento  de  renovación  de  la  fuerza
        vital. Tienen  niños hermosos,  fuertes y sanos.  Bruscamen­
        te,  este  curso  normal  queda  interrumpido,  desviado,  y
        todo  es  deforme  y  monstruoso.  Las  mujeres  paren  niños
        deformes  o  muertos,  o  abortan.  Hasta  las  fuentes  de  la
        vida,  corruptas,  se  han  secado.  Para  completar  la  desgra­
        cia,  una  enfermedad  azota  a  hombres  y  mujeres,  a  jóve­
        nes  y a viejos,  todos  mueren.  El  pánico  es  general. Tebas
        está  desconcertada.  ¿Qué  ocurre?  ¿Qué  es lo  que  no  fun­
        ciona?
            Creonte decide enviar a Delfos  una delegación de Te­
        bas para interrogar al oráculo y conocer el origen de la en­
        fermedad infecciosa, de la epidemia que devasta la ciudad
        y provoca que nada funcione.  Los representantes de la vi­
        talidad de Tebas unen sus dos extremos, los niños más pe­
        queños y los ancianos de mayor edad  (las cuatro y las tres
        patas)  comparecen  ante  el  palacio  real  con  ramos,  supli­
        cantes.  Se dirigen  a Edipo  para pedirle que  los salve:  «¡Sé
        nuestro salvador! ¡Tú nos salvaste una vez del desastre, nos
        libraste de aquel monstruo horrible que era la Esfinge, sál­
        vanos  ahora de  esta plaga,  de  esta pestilencia  que  no  sólo
        ataca a  los seres  humanos,  sino  también  a la vegetación y
        los  animales!  Es  como  si  en Tebas  ya  nada  pudiera  reno­
        varse ni nacer.»

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