Page 175 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
P. 175
El pastor coge al recién nacido y le pasa por el talón,
tras hacerle un agujero, una correa, después se va, con el
niño cargado en la espalda como se llevaba entonces la
caza menuda. Llega a la montaña con sus rebaños, y el
niño le sonríe. El pastor titubea, ¿lo abandonará? Piensa
que no es posible. Divisa a un pastor venido de Corinto
que está apacentando su rebaño en la otra vertiente de la
montaña. Le pide que se lleve a aquel niño que él no quie
re dejar morir. El pastor piensa en el rey Pólibo y en la rei
na Mérope, que no tienen hijos y desean uno. Les lleva,
pues, al pequeño con su herida en el talón. Encantados
del regalo, los dos soberanos lo crían como si fuera su
hijo. Esta criatura, nieto de Lábdaco, el cojo, hijo de
Layo, que también ha sido alejado del poder, y que se ha
desviado de los caminos correctos de las relaciones de hos
pitalidad y las relaciones amorosas, ese chiquillo se en-
cuentra a su vez, por tanto, apartado de su país, de su
tierra natal, de su dignidad de hijo de rey que ha de per
petuar la dinastía de los Labdácidas. Es educado, crece y,
cuando llega a adolescente, todo el mundo admira su
prestancia, su valor y su inteligencia. Los jóvenes de la
aristocracia de Corinto sienten irremediablemente celos y
malevolencia respecto a él.
«UN HIJO PUTATIVO»
Aunque no cojee en el sentido auténtico de la palabra,
Edipo conserva en su pie la huella de la separación que le
han infligido, de la distancia a la que se encuentra respec
to al lugar donde debería estar, a lo que constituye sus au
ténticos orígenes. Así pues, también está en un estado de
desequilibrio. En tanto que hijo del rey, todos lo ven
como el sucesor lógico de Pólibo, pero no es del todo un
178