Page 177 - Vernant, Jean-Pierre - El universo, los dioses, los hombres. El relato de los mitos griegos
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por tanto, a su cochero que indique a ese muchacho que
se aparte. «Sal del camino, déjanos pasar», grita éste a Edi-
po y, con su garrote golpea a uno de los caballos del carro
de Edipo o incluso el hombro del propio Edipo. Éste, que
no tiene buen carácter y que, incluso en su papel de exilia
do voluntario, se siente un príncipe, el hijo de un rey, no
piensa ceder su sitio a nadie. El golpe recibido lo enfurece,
y a su vez golpea con su bastón al cochero, al que mata, y
después ataca a Layo, que cae a sus pies, también muerto,
mientras uno de los hombres del séquito real, aterroriza
do, regresa a Tebas. Edipo, considerando que sólo se trata
de un incidente y ha obrado en legítima defensa, prosigue
después su ruta y su vagabundeo.
Tardará mucho en llegar a Tebas, en un momento en
que la desgracia azota a la ciudad en la forma de un mons
truo, medio mujer, medio leona: cabeza de mujer y senos
de mujer, cuerpo y patas de leona. Es la Esfinge. Está alo
jada en una de las puertas de Tebas, a veces encima de una
columna y otras sobre una roca más elevada, y se divierte
planteando enigmas a los jóvenes de la ciudad. Exige que
todos los días se le envíe la flor y nata de los jóvenes teba-
nos, los muchachos más apuestos, que tienen que enfren
társele, Se cuenta a veces que quiere hacer el amor con
ellos. En cualquier caso, les plantea un enigma y, cuando
no pueden resolverlo, los mata. Así pues, Tebas ve cómo
día tras día la flor de su juventud es destrozada, destrui
da. Cuando Edipo llega a Tebas, entra por una de las
puertas, ve a la gente aterrada, con semblantes siniestros.
Se pregunta qué ocurre. El regente que ha ocupado el
lugar de Layo, Creonte, hermano de Yocasta, también es
tá emparentado con el linaje de los Espartoi. Ye a un jo
ven forastero de buena planta y mirada audaz, y se dice
que, tal como están las cosas, puede que ese desconocido
sea su última oportunidad de salvar a la ciudad. Anuncia
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