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CAPITULO VIII
J,AS COSAS QUE SACRIFICABAN AL SOL
os SACRIFICIOS que los Incas ofrecieron al Sol fueron de muchas y di-
L versas cosas, como animales domésticos grandes y chicos. El sacrificio
principal y el más estimado era el de los corderos, y luego el de los carne-
,ros, luego el de las ovejas machorras. Sacrificaban conejos caseros y todas
las aves que eran de comer y sebo a solas, y todas las mieses y legumbres,
hasta la yerba coca, y ropa de vestir de la muy fina, todo lo cual quemaban
en lugar de incienso y lo ofrecían en hacimiento de gracias de que lo
,hubiese criado el Sol para sustento de los hombres. También ofrecían en
sacrificio mucho brebaje de lo que bebían, hecho de agua y maíz, y en las
comidas ordinarias, cuando les traían de beber, después que habían comido
(que mientras comían nunca bebían), a los primeros vasos mojaban la punta
del dedo de en medio, y, mirando al cielo con acatamiento, despedían del
dedo (como quien da papirotes) la gota del brebaje que en él se les había
pegado, ofreciéndola al Sol en hacimiento de gracias porque les daba de
beber, y con la boca daban dos o tres besos al aire, que, como hemos dicho,
era entre aquellos indios señal de adoración. Hecha esta ofrenda en los
primeros vasos bebían lo que se les antojaba sin más ceremonias.
Esta última ceremonia o idolatría yo la ví hacer a los indios no bau-
tizados, que en mi tiempo aún había muchos viejos por bautizar, y a ne-
cesidad yo bauticé algunos. De manera que en los sacrificios fueron los
Incas casi o del todo semejantes a los indios de la primera edad. Sólo se di-
ferenciaron en que no sacrificaron carne ni sangre humana con muerte, antes
lo abominaron y prohibieron como el comerla, y si algunos historiadores lo
han escrito, fue porque los relatores los engañaron, por no dividir las eda-
des y las provincias, dónde y cuándo se hacían los semejantes sacrificios de
hombres, mujeres y niños. Y así un historiador dice, hablando de los Incas,
que sacrificaban hombres, y nombra dos provincias donde dice que se hacían
los sacrificios: Li una está pocas menos de cien leguas del Cuzco (que aque-
lla ciudad era donde los Incas hacían sus sacrificios) y la otra es una de
dos provincias de un mismo nombre, la una de las cuales está doscientas
leguas al sur del Cuzco y la otra más de cuatrocientos al norte, de donde
consta claro que por no dividir los tiempos y los lugares atribuyen muchas
veces a los Incas muchas cosas de las que ellos prohibieron a los que suje-
taron a su Imperio, que las usaban en aquella primera edad, antes de los
Reyes Incas.
Yo soy testigo de haber oído vez y veces a mi padre y sus contempo-
ráneos; cotejando las dos repúblicas, México y Perú, hablando en este par-
ticular de los sacrificios de hombres y del comer carne humana, que loaban
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