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estar señaladas en la pared. A los indios y a los religiosos de la casa oí decir que
          en aquellos  mismos  lugares  solían estar sobre el oro los engastes de las  piedras
           finas  en  tiempo  de  aquella  gentilidad.  Los  tabernáculos  y  todas  las  puertas
           que  salían  al  claustro, que  eran  doce  (salvo  las  del  aposento  de  la  Luna  y de
           las  estrellas),  todas  estaban chapadas  con  planchas  y tablones  de  oro  en  forma
           Je portadas, y las otras dos, porque en el color blanco asemejasen a sus dueños,
           tenían  las  portadas  de  plata.
               Sin  los  cinco  galpones  grandes  que  hemos  dicho,  había  en  la  casa  del
           Sol  otros  muchos  aposentos  para  los  sacerdotes  y  para  los  criados  de  la  casa,
           que  eran  Incas  de  los  de  privilegio,  que  no  podía  entrar  en  aquella  casa
           indio  alguno  que  no  fuese  Inca,  por  gran  señor  que  fuese.  Tampoco  entraban
           mujeres  en  ella,  aunque  fuesen  las  hijas  y  mujeres  del  mismo  Rey.  Los  sa-
           cerdotes  asistían  al  servicio  del  templo  por  semanas,  las  cuales  contaban
           por  los  cuartos  de  la  Luna.  Por  aquel  espacio  de  tiempo  se  abstenían  de  sus
           mujeres  y no  salían  del  templo  de  día  ni  de  noche.
               Los  indios  que  servían  en  el  templo  como  criados,  esto  es,  porteros,
           barrenderos,  cocineros,  botilleres,  reposteros,  guardajoyas,  leñadores  y  agua-
           dores  y  cualquiera  otro  oficio  perteneciente  al  servicio  del  templo  eran  de
           los  mismos  pueblos  que  servían  de  criados  en  la  casa  real,  los  cuales  pueblos
           eran  obligados  a dar  aquellos  oficiales  a la  casa  del  Inca  y  a la  del  Sol;  que
           estas  dos  casas,  como  casas  de  padre  e  hijo,  no  se  diferenciaban  en  cosa
           alguna  del  servicio,  salvo  que en la casa  del  Sol  no  había  servicio  de  mujeres
           ni  en  la  del  Inca  ofrenda  de  sacrificios;  todo  lo  demás  era  igual  en  grandeza
           y  majestad.






                                     CAPITULO  xxnr
                  LOS SITIOS PARA LOS SACRIFICIOS Y  EL TERMINO
                  DONDE  SE  DESCALZABAN  PARA  IR  AL  TEMPLO.
                              LAS  FUENTES  QUE  TENIAN



              os  LUGARES  donde  se  quemaban  los  sacrificios  eran  conforme  a  la  so-
           L lemnidad  de  ellos,  que  unos  se  quemaban  en  unos  patios  y  otros  en
           otros, de  muchos  que  la  casa  tenía  dedicados  para  tales  y  tales  fiestas  parti-
           culares,  conforme  a  la  obligación  o  devoción  de  los  Incas.  Los  sacrificios
           generales  que  se  hacían  en  la  fiesta  principal  del  Sol  llamada  Raimi,  se  hacían
           en  la  plaza  mayor  de  la  ciudad;  otros  sacrificios  y fiestas  no  tan  principales
           se  hacían en  una  gran  plaza  que  había  delante  del  templo,  donde  hacían  sus
           danzas  y bailes  todas  las  provincias  y naciones  del  reino,  y  no  podían  pasar

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