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parecido  hasta  hoy.  El  año  de  1559  el  Licenciado  Polo  descubrió  cinco  de
           ellos,  tres  de  Reyes  y  dos  de  Reinas.
               La  puerta  principal  del  templo  miraba  al  norte  como  hoy  está,  sin  la
           cual  había  otras menores  para  servicio  del  templo.  Todas  éstas  estaban  afo-
           rradas  con  planchas  de  oro  en  forma  de  portada.  Por  de  fuera  del  templo,
           por lo  alto  de  las  paredes  del  templo,  corria  una  cenefa  de  oro  de  un  tablón
           de  más  de  una  ••ara  de  ancho,  en  forma  de  corona,  que  abrazaba  todo  el
           templo.






                                      CAPITULO  XXI
           DEL CLAUSTRO  DEL TEMPLO  Y  DE  LOS APOSENTOS DE  LA LUNA
             Y  ESTRELLAS,  TRUENO  Y  RELAMPAGO  Y  ARCO  DEL  CIELO


           P  ASADO  EL  templo,  había  un  claustro  de  cuatro  lienzos;  el  uno  de  ellos
               era  el  lienzo  del  templo.  Por  todo  lo  alto  del  claustro  había  una  cenefa
           de un tablón  de  oro  más  de una vara en ancho,  que servía  de  corona  al  claus-
           tro;  en  lugar  de  ella  mandaron  poner  los  españoles,  en  memoria  de  la  pa-
           sada,  otra  cenefª- blanca,  de  yeso,  del  anchor  de  la  de  oro:  yo  la  dejé  viva
           en las  paredes  que  estaban  en  pie  y no  se  habían  derribado.  Al  derredor  del
           claustro  había  cinco  cuadras  o  aposentos  grandes  cuadrados,  cada  uno  de
           por  sí,  no  trabados  con  otros,  cubiertos  en  forma  de  pirámide,  de  los  cuales
           se  hacían  los  otros  tres  lienzos  del  claustro.
               La  una  cuadra  de  aquéllas  estaba  dedicada  para  aposento  de  la  Luna,
           mujer  del  Sol,  y era  la  que  estaba  más  cerca  de  la  capilla  mayor  del  templo;
           toda  ella  y  sus  puertas  estaban  aforradas  con  tablones  de  plata,  porque  por
           el  color  blanco  viesen  que  era  aposento  de  la  Luna.  Teníanle  puesta  su  ima-
           gen  y retrato como  al  Sol,  hecho  y pintado  un rostro  de  mujer  en  un  tablón
           de  plata.  Entraban  en  aquel  aposento  a  visitar  la  Luna  y  a  encomendarse
           a  ella  porque  la  tenían  por  hermana  y  mujer  del  Sol  y  madre  de  los  Incas
           y de  toda  su  generación, y así  la  llamaban  Mama  Quilla, que  es  Madre Luna;
           no  le  ofrecían  sacrificios  como  al  Sol.  A  una  mano  y  a  otra  de  la  figura
           de  la  Luna estaban  los  cuerpos  de  las  Reínas  difuntas,  puestas  por  su  orden
           y  antigüedad:  Mama  Ocllo,  madre  de  Huaina  Cápac,  estaba  delante  de  la
           Luna,  rostro  a  rostro  con  ella  y  aventajada  de  las  den;iás,  por  haber  sido
           madre  de  tal  hijo.
               Otro  aposento  de  aquéllos,  el  más  cercano  a  la  Luna,  estaba  dedicado
           al  lucero  Venus  y  a las  siete  Cabrillas  y  a  todas  las  demás  estrellas  en  co-
           mún. A la estrella Venus  llamaban  Chasca,  que  quiere  decir  de cabellos  largos

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