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y  crespos;  honrábanla  porque  decían  que  era  paje  del  Sol,  que  andaba  más
          cerca  de  él,  unas  veces  delante  y  otras  veces  en  pos.  A  las  siete  Cabrillas
          respetaban  por  la  extrañeza  de  su  postura  y  conformidad  de  su  tamaño.  A
          las  estrellas  tenían  por criadas  de la  Luna,  y  así  les  dieron  el  aposento  cerca
          del  de  su  señora,  porque  estuviesen  más  a  mano  para  el  servicio  de  ella,
          porque  decían  que  las  estrellas  andan  en  el  cielo  con  la  Luna,  como  criadas
          suyas,  y no  con  el Sol,  porque  las  ven  de  noche  y  no  de  día.
              Este  aposento  estaba  entapizado  de  plata,  también  como  el  de  la  Luna,
          y la  portada  era  de  plata:  tenía  todo  lo  alto  del  techo  sembrado  de  estrellas
          grandes  y  chicas,  a  semejanza  del  cielo  estrellado.  El  otro  aposento,  junto
          al  de las  estrellas, era dedicado  al  relámpago,  trueno  y  rayo.  Estas  tres  cosas
          nombraban  y  comprendían  debajo  de  este  nombre  Illapa,  y  con  el  verbo
          que  le  juntaban  distinguían  las  significaciones  del  nombre,  que  diciendo
          ¿viste  la  ]llapa?  entendían  por  el  relámpago;  si  decían  ¿oíste  la  !llapa?,
          entendían por  el  trueno;  y cuando  decían  la  illapa  cayó  en  tal  parte,  o  hizo
          tal  daño,  entendían  por  el  rayo.
              No  los  adoraron  por  dioses,  más  de  respetarlos  por  criados  del  Sol.
          Lo  mismo  sintieron de  ellos  que  la  gentilidad  antigua  sintió  del  rayo,  que  lo
          tuvo por  instrumento  y  armas  de  su  dios  Júpiter.  Por  lo  cual  los  Incas  die-
          ron  aposento  al  relámpago,  trueno  y  rayo  en  la  casa  del  Sol,  como  a  criados
          suyos,  y estaba  todo  él  guarnecido  de  oro.  No  dieron  estatua  ni  pintura  al
          trueno,  relámpago  y  rayo,  porque,  no  pudiendo  retratarlos  al  natural  (que
          siempre  lo  procuraban  en  toda  cosa  de  imágenes),  los  respetaban  con  el
          nombre  Illapa,  cuya  trina  significación  no  han  alcanzado  hasta  ahora  los
          historiadores  españoles,  que ellos  hubieran  hecho  de  él  un  dios  trino  y uno  y
          dádoselo  a  los  indios,  asemejando  su  idolotría  a  nuestra  santa  religión;  que
          en otras cosas de menos  apariencia y color han  hecho  trinidades  componiendo
          nuevos  nombres  en  el  lenguaje,  no  habiéndolas  imaginado  los  indios.  Yo
          escribo,  como  otras veces  he  dicho,  lo  que  mamé  en la  leche  y vi  y  oí  a  mis
          mayores. Y acerca del  trueno  queda atrás dicho  lo que más  tuvieron.
               Otro  aposento  (que  era  el  cuarto)  dedicaron  al  arco  del  cielo,  porque
          alcanzaron  que  procedía  del  Sol,  y por  ende lo  tomaron  los  Reyes  Incas  por
          divisa y blasón, porque se jactaban descender del Sol. Este aposento estaba todo
          guarnecido  de  oro.  En un lienzo  de  él,  sobre  las  planchas  de  oro,  tenían  pin-
          tac:Io  muy  al  natural  el  arco  del  cielo,  tan  grande,  que  tomaba  de  una  pared
          a  otra  con  todos  sus  colores  al  vivo.  Llaman  al  arco  cuichu,  y,  con  tenerle
          en esta  veneración,  cuando  le  veían  en  el  aire  cerraban  la  boca  y  ponían  la
          mano  adelante,  porque  decían  que si  le  descubrían  los  dientes  los  gastaba  y
          empobrecía.  Esta  simplicidad  tenían,  entre otras,  sin  dar razón  para ello.
               El  quinto  y  último  aposento  estaba  dedicado  para  el  sumo  sacerdote
          y  para los  demás  sacerdotes  que  asistían  al  servicio  del  templo,  que  todos
           habían  de  ser  Incas  de  la  sangre  real.  Estos  tenían  aquel  aposento  no  para
          dormir  ni  comer  en  él,  sino  que  era  sala  de  audiencia  para  ordenar  los  sa-

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