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do que era el agua que se había perdido al convento, porque era cerca de
él, descubrieron el viaje de los caños, y, viendo que iban hacia la casa, se
certificaron en la sospecha y dieron aviso a los religiosos. Ellos aderezaron
los caños con gran regocijo, aunque no con la policía que antes tenían, y
restituyeron el agua a su huerta sin más procurar saber de dónde venía ni
por do pasaba. Verdad es que había mucha tierra encima porque los caños
venían muy hondos.
Aquella huerta que ahora sirve al convento de dar hortaliza era, en
tiempo de los Incas, jardín de oro y plata, como los había en las casas rea-
les de los Reyes, donde había muchas yerbas y flores de diversas suertes,
muchas plantas menores, muchos árboles mayores, muchos animales chicos
y grandes, bravos y domésticos, y sabandijas de las que van arrastrando,
como culebras, lagartos y lagartijas, y caracoles, mariposas y pájaros y otras
aves mayores del aire, cada cosa puesta en el lugar que más al propio contra-
hiciese a la natural que remedaba.
Había un gran maizal y la semilla que llaman quinua y otras legum-
bres y árboles frutales, con su fruta toda de oro y plata, contrahecho al na-
tural. Había también en la casa rimeros de leña contrahecha de oro y plata,
como los había en la casa real; también había grandes figuras de hombres y
mujeres y niños, vaciados de lo mismo, y muchos graneros y trojes, que lla-
man pirua, todo para ornato y mayor majestad de la casa de su Dios el Sol.
Que como cada año, a todas las fiestas principales que le hadan le presen-
taban tanta plata y oro, lo empleaban todo en adornar su casa inventando
cada día nuevas grandeza~, porque todos los plateros que había dedicados
para el servicio del Sol no entendían en otra cosa sino hacer y contrahacer
las cosas dichas. Hacían infinita vaji!Ia, que el templo tenía para su servicio
hasta ollas, cántaros, tinajas y tinajones. En suma, no habla en aqueJla casa
cosa alguna de que echar mano para cualquier ministerio que todo no fuese
de oro y plata, hasta lo que servía de azadas y azadillas para limpiar los
jardines. De donde con mucha razón y propiedad 1Iamaron al templo del
Sol y a toda la casa Coricancha, que quiere decir barrio de oro.
A semejanza de este templo de la dudad del Cuzco eran los demás que
había en muchas provincias de aquel reino, de muchos de los cuales y de
las casas de las vírgenes escogidas hace mención Pedro de Cieza de León
en la demarcación que hizo de aquella tierra, que, como la va pintando casi
provincia por provincia, pudo decir dónde las hubo, aunque no dice todas
las casas y templos que había, sino los que se le ofrecieron en los caminos
reales que dibujó y pint6, dejando en olvido los que aquí en las provincias
grandes, que hay a una mano y a otra de los caminos. Y yo también los de-
jaré por excusar. prolijidad, porque no hay para qué hacer menci6n de ellos,
habiéndola hecho del más principal, a cuya semejanza eran todos los demás
templos, en el ornato de los cuales se esforzaba cada curaca. conforme a la
riqceza de oro y plata que en su tierra había, procurando cada cual hacer todo
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