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que el reino de ellos se iba estableciendo y que los Incas habían de ser los
legisladores de las supersticiones de su gentilidad y vana ley, para que fuesen
creídos y tenidos por dioses y obedecidos por tales, haría aquella representa-
ción y otras que los indios cuentan, aunque ninguna para ellos de tanta ad-
miración como la del Viracocha Inca, porque el fantasma vino diciendo que
era hijo del Sol y hermano de los Incas; y como sucedió después el levanta-
miento de los Chancas y la victoria contra ellos, quedó el Inca en grandisima
autoridad y crédito, hecho un oráculo para lo que de allí adelante quisiese
ordenar y mandar a los indios. Este es el dios fantástico Viracocha que al-
gunos historiadores dicen que los indios tuvieron por principal dios y en
mayor veneración que al Sol, siendo falsa relación y adulación que los indios
les hacen, por lisonjearlos, diciendo que les dieron el nombre de su más
principal dios. Lo cierto es que no tuvieron dios más principal que el Sol
(si no fue Pachacámac, dios no conocido), antes, por dar deidad a los espa-
ñoles, decían a los principios que eran hijos del Sol, como lo dijeron del
fantasma Viracocha.
CAPITULO XXII
EL INCA VIRACOCHA MANDA LABRAR UN TEMPLO
EN MEMORIA DE SU TIO, EL FANTASMA
ARA MAYOR estima de su sueño y para perpetuarlo en la memoria de las
P gentes, mandó el Inca Viracocha hacer, en un pueblo llamado Cacha,
que está a diez y seis leguas al sur de la dudad del Cuzco, un templo a honol
y reverencia de su tío, el fantasma que se le apareció. Mandó que la hechu-
ra del templo imitase todo lo que fuese posible al lugar donde se le apareció;
que fuese (como el campo) descubierto, sin techo; que le hiciesen una ca•
pilla pequeña, cubierta de piedra; que semejase al cóncavo de la peña don-
de estuvo recostado; que tuviese un soberado, alto del suelo; traza y obra
diferentes de todo cuanto aquellos indios, antes ni después, hicieron, por-
que nunca hicieron casa ni pieza con soberado. El templo tenía ciento y
veinte pies de hueco en largo y ochenta en ancho. Era de cantería pulida,
de piedra hermosamente labrada, como es toda la que labran aquellos in•
dios. Tenía cuatro puertas, a las cuatro partes principales del cielo; las tres
estaban cerradas, que no eran sino portadas para ornamento de las paredes.
La puerta que miraba al oriente servía de entrada y salida del templo; estaba
en medio del hastial, y porque no supieron aquellos indios hacer bóveda para
hacer soberado encima de dla, hicieron paredes de la misma cantería, que
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