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res de Hancohuallu, llamadas Chalkumarca y Suramarca. Marca, en la len-
gua de aquellas provincias, quiere decir fortaleza. En ellas estuvo el des-
terrado Hancohuallu los postreros días que estuvo en su señorío, como des-
pidiéndose de ellas, las cuales, según dicen sus indios, sintió más dejar que
todo su estado. Sosegado el alboroto que causó la huida de Hancohuallu y
acabada la visita que el Inca hacía de su Imperio, se volvió al Cuzco, con
determinación de hacer asiento por algunos años en su corte y ocuparse en
el gobierno y beneficio de sus reinos hasta que se olvidase este Begundo
motín de los Chancas. Lo primero que hizo fue promulgar algunas leyes que
parecieron convenir, para atajar que no sucediesen otros levantamientos como
los pasados. Envió a las provincias chancas gente, de la que llamaban adve-
nediza, en cantidad de diez mil vecinos, que poblasen y restaurasen la falta
de los q·ue murieron en la batalla de Yahuarpampa y de los que se fueron
con Hancohuallu. Dióles por caudillos Incas de los del privilegio, los cuales
ocuparon los vados que en aquellas provincias había. Concluido lo que se
ha dicho, mandó hacer grandes y suntuosos edificios por to::lo su Imperio,
particularmente en el valle Yucay, y más abajo, en Tampu. Aquel valle se
aventaja en excelencia a todos los que hay en el Perú, por lo cual todos los
Reyes Incas, desde Manco Cápac, que fue el primero, hasta el último, lo
tuvieron por jardín y lugar de sus deleites y recreación donde iban a
alentarse de la carga y pesadumbre que el reinar tiene consigo, con los
negocios de paz y de guerra que perpetuamente se ofrecen. Está cua•
tro leguas pequeñas al nordeste de la ciudad; el sitio es amenisimo, de
aires frescos y suaves, de lindas aguas, de perpetua templanza, de tiempo
sin frío ni calor, sin moscas ni mosquitos ni otras sabandijas penosas. Está
entre dos sierras grandes; la que tiene al levante es la gran cordillera de la
Sierra Nevada, que con una de sus vueltas llega hasta allí. Lo alto de aquella
sierra es de perpetua nieve, de la cual descienden al valle muchos arroyos de
agua, de que sacan acequias para regar los campos. Lo medio de la sierra
es de bravísimas montañas: la falda de ella es de ricos y abundantes pastm
llenos de venados, corzos, gamos, huanacus y vicuñas y perdices, y otras
muchas aves, aunque el desperdicio de los españoles tiene ya destmido todo
lo que es cacería. Lo llano del valle es de fertilísimas heredades, llenas de
viñas y árboles frutales y cañaverales de azúcar que los españoles han
puesto.
La otra sierra que tiene al poniente es baja, aunque tiene más de una
legua de subida; al pie de ella corre el caudaloso río de Yúcay, con suave y
mansa corriente, con mucha pesquería y abundancia de garzas, ánades y otras
aves de agua. Por las cuales cosas se v¡¡¡1 a convalecer a aquel valle todos los
enfermos del Cuzco que pueden ir a él, porque la ciudad, por ser de tem-
ple más frío, no es buena para convalecientes. El día de hoy no se tiene por
bienandante el español morador del Cuzco si no tiene parte en aquel valle.
Este Inca Viracocha fue particularmente aficionado a aquel sitio, y así man-
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