Page 17 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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TRAYECTORIA  HISTORICA  DE  GRECIA               7

      expedicionarios  han  logrado  lo  que  se  proponían,  pero  ya  no  volverán  a  gozar
      de la patria;  unos  encuentran la  muerte  entre las  olas del  mar embravecido,  otros
      son  enviados  a  lejanas  tierras  bárbaras,  otros  caen  víctimas  de  la  sangrienta  per­
      fidia  que  les  aguarda  en  el  suelo  patrio.  Ha  terminado  la  época  de  los  héroes  y
      comienza  el  mundo  vulgar  y  cotidiano,  el  de  “los  hombres  de  carne  y  hueso” .
          Tales  las  leyendas,  que  traen  a  los  helenos,  en  sus  voces,  las  exhortaciones
      y las intuiciones del tiempo pasado.  Y cuando los  cantos  de los  homéridas  enmu­
      decen ante  nuevas  modalidades  de  poesía,  es  precisamente  cuando  sus  prediccio­
      nes  empiezan  a  cumplirse.
          Jamás  hasta  entonces  habían  tenido  los  helenos  que  medirse  con  enemigos
      poderosos.  Cada  una  de  sus  ciudades  había  sabido  defenderse  por  su  cuenta  de
      los  peligros  que  la  amenazaban  o  se  las  había  arreglado  para  esquivarlos  hábil­
      mente.  Aunque  se  asemejasen  en  su  conjunto  a  un  pueblo  unido  por  su  lengua
      y  sus  costumbres,  sus  ritos  religiosos,  sus  juegos  y  sus  fiestas,  formaban  en  lo
      político  un sinnúmero de ciudades y estados  coexistentes  y  desunidos;  únicamente
      los  dominadores  dóricos  de  Esparta,  después  de  sojuzgar  a  los  antiguos  morado­
      res  del valle  del  Eurotas,  conquistaron  también  las  tierras  vecinas  de  Argos  y  de
      la  Arcadia,  convirtieron  en  ilotas  a  los  dorios  de  Mesenia  y,  por  último,  agrupa­
      ron a la  mayoría  de las  ciudades  del  Peloponeso  en  una  confederación  dentro  de
      la cual cada ciudad mantenía o renovó una casta señorial análoga a la de los  espar­
      tanos.  Esparta,  entronizada ya  sobre  el  Peloponeso,  hostil  a  los  incipientes  afanes
      de  emancipación  de  las  masas  inferiores  sojuzgadas,  nimbada  por  la  gloria  de
      haber  destruido  las  tiranías  engendradas  en  diversos  sitios  por  aquel  movimiento
      ya  iniciado,  pasaba  por  ser la  guardadora  de  las  tradiciones  auténticamente  helé­
      nicas y la  potencia  dirigente  de  la  Hélade.
          Por aquel  entonces  empezó a  apuntar  un  peligro  para  la  expansión  cada  vez
      más  ambiciosa  del  mundo  helénico.  Los  cartagineses  cerraron  el  paso  a  los  cire-
      naicos  en  la  Sirte;  ocuparon  la  isla  de  Cerdeña  y  se  unieron  a  los  etruscos  para
      expulsar de  Córcega  a  los  focenses.  Las  ciudades  de  la  Jonia,  desunidas  y  debili­
      tadas  casi  todas  ellas  por  las  discordias  interiores,  no  podían  hacerse  ya  fuertes
      frente al  rey  de  Lidia;  una  tras  otra,  fueron  pactando  con  él  y  convirtiéndose  en
      tributarias  suyas  por  la  libertad  a  medias  que  se  dignaba  reconocerles.  Allá,
      en las lejanas tierras del oriente, se elevaba ya la estrella de Ciro, que con su pueblo
      persa  se  anexionaba  la  monarquía  de  Media  y  fundaba  el  reino  de  los  “persas
      y los medas” ; sus tropas salieron vencedoras junto a las aguas del Halys,  avanzaron
      hasta  Sardes  y  sometieron  al  reino  lidio.  En  vano  las  ciudades  helenas  del  Asia
      Menor  imploraron  la  ayuda  de  Esparta;  intentaron  ofrecer  resistencia  a  los  per­
      sas,  pero fueron vencidas,  una tras  otra;  también las  islas  más  próximas  a  la  costa
      se  rindieron.  Todas  ellas  quedaron  obligadas  a  pagar  tributos  y  a  entregar  homr
     bres  a  los  ejércitos  del  vencedor;  en  la  mayoría  de  ellas  se  instauró  bajo  los
      auspicios  del  gran  rey  una  nueva  modalidad  de  tiranía,  coexistente  con  la  domi­
      nación  exterior;  en  otras,  los  nobles  renovaron  su  poderío  sobre  el  demos  bajo
     la  protección  de  los  persas;  todas  ellas  rivalizaban  en  su  servilismo  hacia  el
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