Page 20 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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10               TRAYECTORIA  HISTORICA  DE  GRECIA

       disciplina  de  las  fuerzas  armadas,  más  rigurosa  en  el  mar  que  en  los  ejércitos
       de  tierra.
           El  segundo  peligro  era  el  que  amenazaba  con  los  avances  del  formidable
       ejército  de los  persas.  El  hecho  de  que,  a la  par  que  ocurría  esto,  se  pusieran  en
       marcha  los  cartagineses  en  Sicilia  debía  abrir  los  ojos  del  mundo  helénico  y
       hacerle ver la  magnitud  del peligro  que  sobre  él  se  cernía.  Pero  por  todas  partes
       se hallaba minado por la discordia, el odio y las luchas intestinas, por la  dispersión
       y  las  tendencias  desíntegradoras  de  una  vida  atomizada  y  terca.  Fué  necesario
       que los  tiranos  de  Siracusa  y Ácragas  se  aliasen  y  que,  gracias  a  ello,  se  uniesen
       todas  las  fuerzas  armadas  de  la  Sicilia  helénica,  para  que  naciese  en  aquella  isla
       la  esperanza  de  hacer  frente al  ataque  púnico.  ¿Cómo  conseguir  igual  o  parecida
       unificación  en  la  gran  Grecia?  Atenas,  siguiendo  los  consejos  de  Temístocles,  se
       sometió  a  la  hegemonía  de  Esparta;  estas  dos  potencias  coaligadas  invitaron  a
       todas  las  ciudades  helénicas  a  formar  una  liga  militar,  cuya  sede  confederal
       sería  Corinto.  Esta  liga  sólo  tendría  fuerza  de  obligar  para  quienes  entrasen  en
       ella;  pero  de  lo  que  se  trataba  era  de  dar  un  paso  muy  audaz  para  convertir  la
       comunidad  nacional,  que  hasta  entonces  sólo  había  consistido  en  la  lengua,  en
       fl  culto  religioso  y  en  la  vida  espiritual,  en  un  principio  político  que  sirviera
       de  base  a  una  confederación  panhelénica,  por lo  menos  para  la  lucha  contra  los
       bárbaros.  Este  era  el  sentido  en  que  se  inspiraban  los  actos  y  los  acuerdos  del
       sinedrio  de  Corinto;  ordenó  que  se  abriese  una  tregua  en  todos  los'  pleitos  intes­
       tinos  entre  las  ciudades  griegas  entre  tanto  que  los  bárbaros,  enemigos  de  todas,
       fuesen  vencidos;  declaró  como  delito  de  alta  traición  toda  ayuda  prestada  a  los
       persas  de  obra  o  de  palabra;  todas  las  ciudades  que  se  entregaran  al  enemigo
       sin  verse  obligadas  a  ello  por  la  fuerza  de  las  armas  serían  consagradas  al  dios
       de  Delfos  y  diezmadas,  caso  de  lograrse  la  victoria.
           La batalla  de  Salamina  salvó a  la  Hélade  y la  victoria  de  Himera  salvó  a  Si­
       cilia.  Pero  a  la  confederación  helénica  sólo  se  habían  incorporado,  dentro  de  la
       península, la mayoría de las ciudades del Peloponeso,  y de las  de la  Grecia  central
       y septentrional,  aparte  de  Atenas,  solamente  Tespias,  Platea  y  Potidea.  El  resul­
       tado  victorioso  de  lás  batallas  libradas  junto  a  Platea  y  Micala  devolvió  la
       libertad a todo el territorio  que  se  extendía hasta  más allá  del  Olimpo,  a  las  islas
       y a las  costas  del mar Jónico  y,  en los  años  siguientes,  incluso  al  Helesponto  y  a
       Bizancio.  Por la  misma  época,  el  tirano  de  Siracusa,  coaligado  con  los  cumanos,
       derrotó  a los  etruscos  en  la  bahía  de  Nápoles:  los  tarentinos,  a  quienes  los  yapi-
       gios habían  infligido  una  grave  derrota,  salieron  victoriosos  en  nuevos  encuentros
       y  convirtiéronse  en  dueños  y  señores  del  mar  Adriático.
           Pero  ni  los  helenos  de  Italia  ni  los  de  Sicilia  se  unieron  a  la  liga  fundada
       en  el  istmo,  ni  ésta,  que  se  hallaba  bajo  la  hegemonía  de  Esparta,  poco  firme  y
       llena  de recelos,  obligó  a  incorporarse  a  ella  a  las  ciudades  de  Beocia,  a  las  de  la
       cuenca del Esperqueo  ni a  las  de Tesalia.  Las  ciudades liberadas  ofrecieron la  he­
       gemonía  de  las  fuerzas  navales  comunes  a  los  atenienses,  que  habían  logrado
       reunir  en  Salamina  más  barcos  que  todos  los  demás  confederados  juntos,  que
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