Page 24 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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14                TRAYECTORIA  HISTORICA  DE  GRECIA

      Lisandro  su héroe,  más aún,  su  dios;  en  su honor  se  levantaron  altares  y  se  orga­
      nizaron  fiestas  solemnes.  Parecía  como  sí,  por  último,  el  antiguo  derecho  de
      Esparta a la  hegemonía fuese a  servir  de  nexo  de  unión  del helenismo.
          Pero  aquélla  no  era  ya la  ciudad  espartana  de  los  viejos  tiempos.  El  primei
      postulado  de la  tan  admirada  constitución  de  Licurgo  era  que  todos  los  ciudada­
      nos  carentes  de  fortuna  debían  servir  como  soldados,  dentro  de  una  disciplina
      y una  obediencia  rigurosas;  ahora,  con  la  victoria,  se  esfumó  el  nimbo  que  antes
      rodeaba  el  nombre  de  Esparta;  púsose  al  desnudo  que  también  allí  tenían  su
      asiento  la  codicia,  la  sensualidad  y  toda  suerte  de  degeneración,  que  la  pobreza
      de  espíritu reinaba  allí  al  lado  de  la  ambición  de  mando  y la  brutalidad  junto  a
      la  hipocresía  y  la  perfidia.  El  número  de  espartanos  fué  decreciendo  constante­
      mente;  los  nueve  o  diez  mil  que  existían  en  los  tiempos  de  las  guerras  persas
      quedaron  reducidos,  en  la  época  siguiente,  a  unos  mil.  Y  aquellas  gentes,  acos­
      tumbradas  a  una  disciplina  rigurosa  y  a  una  rígida  obediencia,  gobernaban  ahora
      del  modo  más  arbitrario  y  violento  en  las  ciudades  de  la  Hélade,  dispuestas  a
      implantar  en  todas  partes  el  mismo  régimen  oligárquico  que  en  Esparta  había
      abrazado  la  tan  admirada  aristocracia  de  los  tiempos  antiguos;  los  esfuerzos
      por  instaurar  este  sistema  de  gobierno  y  la  eliminación  del  partido  derrotado
      estaban  a  la  orden  del  día  por  doquier;  todo  el  mundo  helénico  se  hallaba  en
      constante  desasosiego  y  fermentación  bajo  la  masa  agitada  de  los  emigrados
      políticos  y  la  inquietud  de  sus  proyectos  e  intentos  para  retornar  por  la  fuerza
       a  la  patria.
           Es cierto que Esparta envió en seguida un ejército al Asia, pero era un ejército
       de mercenarios, puesto al servicio de Ciro, el sublevado, contra su hermano, el gran
       rey.  Y cuando, después de caer Ciro cerca de Babilonia, aquellos  10,000  hombres,
       invictos en el campo  de batalla e invictos también en su larga y sangrienta  odisea
       a través de un mundo extraño, llegaron de  nuevo  al mar y retornaron  a  su  patria,
       cuando los  sátrapas  del  gran  rey volvieron  a  posesionarse  de  las  ciudades  heléni­
       cas  del  Asia  Menor y  a  reclamar  sus  tributos,  Esparta  envió  al  Asia  a  su  joven
       rey  Agesilao,  el  cual,  como  si  se  tratase  de  celebrar  una  guerra  nacional  de  los
       helenos  y  él  fuese  un  segundo  Agamenón,  empezó  ofrendando  un  solemne  sacri­
       ficio a los  dioses  en Aulida.  Aunque las  autoridades  de  Beocia  interrumpieron  la
       ceremonia  y  expulsaron  del  templo  a  los  que  tomaban  parte  en  ella,  ni  Tebas,
       ni  Corinto,  ni Atenas,  ni los  demás  aliados  prestaron la  ayuda  que  como  tales  se
       exigía  de  ellos,  y  la  primera  hazaña  de  Agesilao  en  el  Asia  consistió  en  la  cele­
       bración de  un  armisticio  con los  sátrapas  del  gran  rey.
           La  indignación  suscitada  contra  Esparta  en  los  países  helénicos  era  ya  ma­
       yor  de  lo  que  jamás  había  sido  la  suscitada  contra  Atenas.  Los  tebanos  habían
       apoyado  a  los  emigrados  atenienses  en  sus  planes  para  liberar  a  su  ciudad  natal;
       por  su  parte,  los  corintios  habían  tenido  que  contemplar  impasibles  cómo  en
       Siracusa,  ciudad  filial  de  Corintio,  desgarrada  por  las  más  feroces  luchas  entre
       las  facciones  y  a  la  que  habían  enviado  a  uno  de  sus  mejores  ciudadanos  para
       ayudarla  a  recobrar  la  paz,  la  facción  apoyada  por  los  espartanos  instauraba  la
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