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18 TRAYECTORIA HISTORICA DE GRECIA
tras Dionisio se encargaba de apoderarse de las situadas en la zona de los brecios;
la única que logró sostenerse fué Tarento. Por lo menos, el tirano de Siracusa
dió señales de actividad y energía; Dionisio, sin dar tregua a sus armas, arrebató
a los cartagineses la costa de Sicilia hasta Acragas, derrotó a los piratas etruscos
y se apoderó de sus tesoros cerca de Agila, se adueñó de las tierras que se exten
dían, Italia arriba, hasta la desembocadura del Po, consolidando su dominio en
ellas por medio de un grandioso plan de colonización, y se posesionó de las islas
del litoral ilírico, imponiendo así su dominación en el mar Adriático. Este prín
cipe, con su sistema de gobierno bien organizado y su administración atenta a
las necesidades de los súbditos, con su enérgico despotismo, que aplastaba lo
mismo los excesos democráticos que las “libertades” particularistas, con su ejér
cito formado por mercenarios griegos, celtas, iberos y sabélicos, y una poderosa
flota, con su política temeraria, desleal y cínica para con el enemigo y el amigo,
parecía ser el último baluarte que le quedaba al helenismo en el occidente; era,
en verdad, un príncipe del tipo de aquel con que soñaba el gran florentino para
salvar a la Italia de su tiempo; por lo demás, no era indiferente a la cultura de
su tiempo: atraía a su corte a filósofos, artistas y poetas, y él mismo llegó a
componer tragedias. La tiranía de Dionisio y el poder no menos maquiavélico
de los espartanos bajo Agesilao son los dos tipos de la política helénica, en estos
tiempos tristes y oscuros.
Pero habrían de venir otros más tristes y oscuros aún. De la cultura de que
Atenas era centro, de las escuelas de los retóricos y los filósofos surgieron teorías
políticas, que, preocupándose lo menos posible de la situación real y las condicio
nes dadas, desarrollaban las formas y las funciones del estado ideal, del estado
como realización de la libertad y la virtud perfectas, el único que podía poner
remedio a todos los males y aportar la completa salvación. Al principio, estas
doctrinas fueron, sencillamente, un elemento más de confusión en medio de
aquella mescolanza caótica de señorío y servidumbre, de despotismo e impoten
cia, de toda aquella afanosa búsqueda de riquezas y de todas aquellas malas
artes para conseguirlas, mezcladas con la envidia tanto más torva de las masas
pobres, sobre todo allí donde la democracia daba derechos iguales a todos y
ponía la decisión en manos de la mayoría. Si observamos cómo se desarrollaron
y ganaron influencia la filosofía, la retórica y la Cultura, en las ciudades libres,
en los palacios de los reyes y los tiranos, hasta en Sicilia, Chipre y la Heraclea
del Ponto, penetrando incluso en las cortes de los sátrapas, veremos cómo fué
creándose por estos caminos un nuevo tipo de comunidad superior a todo par
ticularismo y a toda constitución local y elevándose hasta lo que podríamos llamar
la soberanía de la cultura, de la que la brutal oligarquía señorial de Esparta
quedaba más lejos que ninguna otra.
El cambio decisivo de rumbo no partió, ciertamente, de la teoría, pero ésta
lo rodeó, una vez efectuado, con el nimbo de una gran hazaña y le ayudó a
robustecer sus efectos; navegando a favor de la corriente, la teoría pudo pensar
ya en realizarse.