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TRAYECTORIA HISTORICA DE GRECIA 21
de los soldados mercenarios y las masas de emigrados quebrantaban todo orden
sólido y desmoralizaban a los hombres.
Ni la misma Tebas se sentía lo bastante fuerte para mantener en pie las
cosas nuevas que había creado; temía que Esparta y Atenas denunciasen cerca de
la corte persa la fundación de Megalopolis y de Mesenia como una infracción
de la paz “ordenada por el gran rey” y pudiesen obtener dinero para desenca
denar nuevas luchas. Pelópidas había sido enviado con algunos hombres del
Peloponeso a Susa, donde había ya embajadores de Esparta y a donde no tarda
ron en llegar otros de Atenas. Aquellos hombres helénicos exhibieron ante el
gran rey y su corte toda la basura de su patria, pero Pelópidas logró imponerse a
los demás. El gran rey ordenó que los mesenios siguiesen siendo autónomos,
que los atenienses retirasen sus barcos a tierra y que Anfípolis gozase de auto
nomía bajo el protectorado del reino persa; quien se resistiese a ejecutar estas
órdenes sería combatido por las armas; la ciudad que no quisiera tomar parte en
la acción sería la primera en sufrir las consecuencias.
Era la paz de Antálcidas, pero ahora a favor de los tebanos. Acogiéndose
a ella, Tebas invitó a los estados de la Hélade a que enviasen allí sus represen
tantes para escuchar la orden del gran rey. Los espartanos se negaron a acatarla,
los de Arcadia protestaron contra la invitación de acudir a Tebas, los corintios
rehusaron el juramento de fidelidad a la paz decretada por el rey persa y en
Atenas los embajadores enviados a Susa fueron ejecutados por traidores, a su
regreso.
Más tarde, Pelópidas encontró la muerte en un segundo intento por liberar
a Tesalia. Epaminondas púsose en campaña para restaurar el orden en el Pelo
poneso y derrotó en Mantinea a los espartanos y a sus aliados, los eleos, los
mantineos y los aqueos; él mismo pagó la victoria con la muerte en el campo
de batalla. El rey de Esparta, el viejo Agesilao, recibió de los éforos la misión de
trasladarse al Egipto, reclutó mercenarios pagad os con dinero egipcio y sumi
nistró al rey Tacjos, que tenía ya 10,000 héroes a sueldo, otros 1,000 para
defender contra el gran rey la intentada restauración del régimen de los Faraones.
La derrota de Mantinea puso fin al poder de Tebas, el cual, mantenido o
ennoblecido por la personalidad de unos cuantos hombres, no había sabido, al
desaparecer éstos, ni retener las ciudades liberadas o recién fundadas, ni defender
las ciudades beocias, que fueron destruidas, ni apaciguar a los pueblos vecinos
suyos, a los focenses, a los locrenses, a los maliacos y a los eubeos, encadenados
a Tebas por la fuerza. Y tras la breve embriaguez de la hegemonía, mal acos
tumbrada por la arrogancia y la insolencia, la Tebas de la decadencia hízose
todavía más insoportable.
La segunda liga marítima de Atenas siguió la suerte de la primera: no llegó
a cobrar grandes bríos. Descarriada por el descuido y la codicia y por estadistas
que sólo sabían forjar sus obras por medio de la intriga, acostumbrada desde
hacía ya mucjio tiempo a enviar a los campos de batalla a mercenarios y no a
sus ciudadanos, Atenas hacía que sus estrategas se dedicasen a sacar dinero