Page 26 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 26
16 TRAYECTORIA HISTORICA DE GRECIA
dades griegas del Asia Menor y el tirano de Siracusa; los buques de los adver
sarios retiráronse a toda prisa.
Esta paz fué la salvación de Persia; con Chipre en sus manos —aunque le
costó varios años asegurarse la posesión de aquella isla, que él mismo se adjudi
cara—, el gran rey podía confiar en someter al Egipto; Atenas se dió por satis
fecha con las tres islas que le fueron adjudicadas; la proclamación de la autonomía
sembró la discordia en toda la Hélade, hasta en las comarcas más pequeñas, ha
ciendo imposible toda federación, toda agrupación de carácter regional, toda
creación de nuevos poderes de tipo panhelénico, y Esparta quedó convertida en
guardián y esbirro de esta política persa sobre Grecia.
Esparta desplegó una gran actividad para aprovechar la disolución de las
agrupaciones locales y regionales con arreglo al principio de la autonomía, con
la mira de implantar en todo su alcance el sistema de la oligarquía, iniciado ya
por Lisandro e interrumpido por la guerra de Corinto. El hecho de que Olinto
agrupase a las ciudades de la Calcídica en una federación, obligando por medio
de amenazas a incorporarse a ella a las que no quisieron hacerlo de grado, en
vista de lo cual las ciudades así amenazadas recabaron la ayuda de Grecia, dió
pie para una expedición militar a aquellas tierras, ante la cual Olinto, tras larga
resistencia, hubo de someterse y disolver la federación. En su marcha hacia
Olinto, los espartanos asaltaron la ciudad de Tebas, instauraron la oligarquía, ex
pulsaron a todos los que no simpatizaban con Esparta y dejaron una guarnición
en la ciudad de Cadmea.*'Fueron aquéllos los años de apogeo del poder de Es
parta, entre otras cosas porque, como corresponde a la verdadera naturaleza de
un sistema de gobierno basado en la fuerza, todo movimiento producido contra
su opresión era un nuevo acicate para reforzarlo todavía más, con lo que la opre
sión redoblada suscitaba nueva resistencia, la que, a su vez, justificaba el nuevo
reforzamiento de la violencia encaminado a aplastarla.
Pero en estos cálculos deslizábase, sin embargo, un pequeño error. Es cierto
que Lisandro había quebrantado el poder de Atenas, pero no la cultura que
florecía en Atenas, ni el rasgo democrático de la época, estrechamente enlazado
con aquélla. Cuanto más violento se hacía el gobierno señorial de los espartanos,
más se inclinaban los movimientos de oposición hacía aquella misma democracia
que había sido el arma más eficaz de Atenas contra Esparta. Y en esta dirección
actuaba también la autonomía que se había ordenado implantar; por todas partes
se iban desatando los viejos lazos que unían a las pequeñas ciudades en torno
a las ciudades grandes como tributarias de éstas, y las tendencias desintegra-
doras de la autonomía y la retadora arrogancia de la libertad penetraban hasta
en los últimos rincones y valles de la Hélade. El mundo helénico iba desmoro
nándose cada vez más, reduciéndose a átomos cada vez más pequeños, y el
proceso acelerado y ascendente de fermentación de esta vida en pequeño, desen
cadenada y extraordinariamente agitada, ponía en acción multitud de fuerzas y
de formas, de fricciones y elementos explosivos, que pronto la fuerza puramente
mecánica y exterior de Esparta no estaría ya en condiciones de dominar.