Page 398 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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MOTIN MILITAR EN OPIS 395
sumaron los ritos de rigor. El rey brindó porque los dioses les concedieran todos
los dones, pero sobre todo el de la concordia y la comunidad del imperio entre los
macedonios y los persas. Dícese que participaron en esta gran comida nueve mil
comensales; todos ellos hicieron sus ofrendas a un tiempo y cantaron a coro las
canciones rituales.
Tal fué el desenlace de esta grave crisis; había sido la última manifestación
de rebeldía del viejo espíritu macedonio en lo que tenía de más peculiar y de más
poderoso; pero este espíritu había quedado moralmente vencido. Las medidas ante
las que hubo de capitular dieron una doble importancia a esta victoria de Alejan
dro. Los privilegios que hasta entonces se había visto obligado a reconocer a los
macedonios habían sido liquidados y las tropas asiáticas asumían desde ahora
los nombres y los honores del antiguo ejército macedonio; en lo sucesivo no ha
bría entre vencedores y vencidos más diferencias que las de su mérito personal
y las de su lealtad hacia el rey.
Por muy poderosa y descollante que aparezca en este episodio la personalidad
de Alejandro, no lo explica todo. No obstante, podemos afirmar que si el siste
ma de Alejandro pudo resistir una prueba tan dura, ello era una clara y segura
demostración de que aquel sistema de imperio construido con tanta rapidez y
tanta audacia era ya lo suficientemente recio y sólido para que pudiera retirarse
el andamiaje sin peligro. ¿Pero, acaso no habrían podido salir vencedores en Opis
los veteranos, poniendo fin con ello al rapto ixiónico de Alejandro y demos
trándole que lo que había abrazado en un transporte de ardor no habría sido
la diosa, sino una nube? Indudablemente, si ellos mismos hubieran seguido
siendo, en el fondo de su alma, macedonios; pero ya no lo eran, en realidad, pues
hasta ellos se habían asimilado aquel espíritu nuevo contra el que luchaban;
habíanse ido adaptando a la vida asiática, aunque sin querer conceder a este
nuevo elemento los derechos a que era acreedor; y esta arrogancia de querer pasar
exclusivamente por vencedores de aquello que en lo más íntimo de su ser los
había vencido y había hecho mella en ellos era, en el fondo, lo que los había
llevado a la derrota. Aquel acto mediante el cual la poderosa mano del maestro
rompía el instrumento con que había creado la obra de los nuevos tiempos,
instrumento que era el ejército macedonio, daba a entender que la obra estaba ya
realizada y que su carácter y su esencia no eran ya discutibles. Por mucho que las
discordias y los extravíos del mañana corroyesen las formas externas de este impe
rio nuevo, su espíritu, la vida helénica, la gran unificación del mundo helénico
y el mundo asiático, con todo lo que tenía de bueno y de malo, había quedado
asegurado para varios siglos.
De este modo, lo nuevo había ido imponiéndose, no sin lucha, a través de
todos los peligros internos y externos, Reconocido como la idea de una nueva
época, proclamado como el principio del nuevo estado, como el régimen de aquel
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imperio en marcha, organizado como el nuevo ejército, como el principio de des
integración y reagrupación de la vida de las naciones en plena actividad, ya sólo
tenía que abrirse camino para calar lo más hondo que fuera posible y manifes