Page 189 - Orestiada. Agamenón. Las Coéforas. Las Euménides
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AGAMENÓN
Clitemnestra
Pasó ya tiempo que canté de alegría,
cuando llegó el primer mensajero nocturno con el fuego,
exponiendo la caída y la devastación de Ilio.
Y alguien, reprobándome, dijo: “¿Por las señales de fuego 590
te dejas persuadir y crees que Troya ya está destruida?
¡Cómo se inquieta el corazón de una mujer!”
Con tales palabras era exhibida como alguien vacilante.
No obstante hice sacrificios; y, según la mujeril costumbre,
por todas partes de la ciudad el grito de gloria 595
intenso cantaban, y triunfantes en los sitiales de los dioses
los apaciguaban con el sacrificio aromático de la flama.
Y ahora, ¿qué más hace falta que tú me digas?
Con la palabra del propio soberano sabré todo.
Así, lo mejor posible a mi respetado marido 600
con ansia espero que regrese de vuelta: ¿pues qué
esplendor es más dulce que mirar que su mujer
que, salvado por un dios en la campaña, al varón
le abra la puerta? Anúnciale esto a mi marido:
que llegue lo más pronto posible al pueblo que lo ama, 605
y, cuando arribe, a la mujer honesta habrá de hallar en la casa,
tal cual la dejó entonces, perro guardia de la casa,
fiel con él, enemiga de los malquerientes,
y en todo lo demás igualmente: sello
ninguno destruyó a lo largo de este tiempo. 610
No sé de alegría ni de dicho calumnioso
de algún otro hombre más que el temple del bronce.
Heraldo
Tal es mi jactancia, que de verdad está llena,
no es vergüenza que una mujer noble lo proclame.
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