Page 62 - LOS PROTOCOLOS DE LOS SABIOS DE SION
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Cuidar al rey de una manera manifiesta y visible sería reconocer la debilidad
de la organización del gobierno. Nuestro rey, cuando se encuentre en medio de sus
súbditos, estará siempre rodeado de una multitud de hombres y mujeres que
parecerán curiosos que ocupan las primeras filas cerca de él, por mera casualidad, y
que detendrán las filas de los demás, como para evitar el desorden. Esto será un
ejemplo de moderación. Si entre la multitud hubiere algún pretendiente que se
empeñe en hacer llegar al soberano su petición, esforzándose por abrirse paso a
través del pueblo, los que se encuentren en las primeras filas deberán tomar la
solicitud del peticionario de sus manos y a su vista hacerlo llegar a las del soberano,
para que todos sepan que llegó a su destino y para que al mismo tiempo
comprendan que hay un control, algo que impide que cualquiera pueda llegar hasta
él. Con la institución de una guardia oficial desaparece el prestigio místico del poder.
Cualquier hombre dotado de cierta audacia se cree dueño del poder, el faccioso no
desconoce su fuerza y acecha la ocasión de acometer cualquier atentado contra el
poder. Cosa muy distinta decimos a los Gentiles en nuestro discurso. Pero bien
vemos cuáles han sido las consecuencias de las precauciones manifiestas y visibles.
Arrestaremos a los criminales a la primera sospecha más o menos fundada: el temor
de padecer un error, no debe ser motivo para darles facilidades de huida a
individuos sospechosos de un delito o de un crimen político, crímenes y delitos para
los que no tendremos consideración y debemos ser despiadados. Si se puede,
forzando un poco el sentido de las cosas, aceptar el examen de motivos en los
crímenes ordinarios, no puede haber excusa ninguna para tolerar que alguien se
ocupe en cuestiones políticas que nadie, fuera del gobierno, puede entender. Ni aun
todos los gobiernos actuales son capaces de entender la verdadera política.
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