Page 177 - Mahabharata
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2. El salón                                                                              157


               silencio. Krishna continuó—: Ya te hablé de la maza que él lanzó a nuestra ciudad desde
               la cima del Girivraja. Debo también decirte que esta maza era la base de su fuerza.

               Intentó en vano arrancarla del suelo y ahora, sin la maza, Jarasandha es vulnerable. Ya
               no es invencible como lo era antes. Ahora es posible combatir contra él.
                   Yudhishthira no estaba dispuesto a luchar contra él, pero Bhima y Arjuna estaban
               muy decididos a hacerlo. Krishna dijo:

                   —Es imposible derrotar a su ejército. Ni siquiera Indra, con sus huestes celestiales,
               podría lograrlo; pero tengo el sentimiento de que Bhima podría matarle en un combate
               singular. Envíanos a los tres. Como dijo Bhima, combinaremos nuestros recursos y
               confeccionaremos un plan. Deja que tus hermanos vengan conmigo, yo cuidaré de ellos.
               Estamos seguros que regresaremos victoriosos.

                   Por fin Yudhishthira quedó convencido y aprobó el plan. Krishna, Bhima y Arjuna
               salieron en dirección al gran reino de Magadha. Cruzaron el río Sarayu y luego otro
               llamado Gandaki. Después continuaron hacia Mithira y tras cruzar la frontera de la
               ciudad, prosiguieron en dirección a Magadha. Llegaron a las orillas del Ganges y, al
               cruzarlo, divisaron en la lontananza la colina de Girivraja. Enseguida llegaron a la ciudad
               principal. Vieron un templo inmenso dedicado a Sankara, donde adoraron al Señor. Se
               vistieron como snatakas, así se llamaba a los que habían acabado el período de educación,
               ya no eran bramacharyas, pero todavía no eran grihasthas. Tan pronto como entraron en
               la ciudad, aparecieron signos de malos augurios, que aseguraban calamidades para el rey.
               Krishna y Arjuna, vestidos con alegres atuendos, entraron en la ciudad. En sus cuellos
               llevaban guirnaldas de flores y sus cuerpos estaban perfumados con pasta de sándalo.
               Los extranjeros llamaban la atención por sus ropajes y apariencia poco comunes. Vestían
               como brahmanes pero tenían aspecto de kshatryas. Las gentes de la ciudad estaban
               perplejas ante estos extraños que caminaban como leones.
                   Entraron en el palacio del rey saltando por encima del muro; no entraron por la
               puerta. Jarasandha estaba ocupado en sus adoraciones por lo que les envió leche y miel
               y les pidió que esperaran hasta media noche. Entonces Jarasandha se les acercó y les
               rindió honores. Luego les dijo:

                   —Parecéis snatakas, pero vuestro aspecto contradice tal apariencia. Usáis flores y
               perfumes que no se le permite usar a un snataka. Habéis entrado en mi palacio de una
               manera muy peculiar; los amigos acostumbran a entrar por la puerta, únicamente los
               enemigos entran de esta forma. Además, me han dicho que no habéis aceptado la leche
               y la miel que os envié. Quienquiera que seáis, sois bienvenidos a mi ciudad. Pero ahora,
               al menos tenéis que aceptar la veneración de la que debe ser objeto un brahmín. Si
               sois o no brahmanes, aún está por ver, yo creo que sois kshatryas. Vuestros hombros
               están marcados igual que los hombros de un arquero. Siento que por alguna razón que
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